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JUAN B. TERÁN. El rector, al centro. Lo rodean, desde la izquierda, los profesores William Cross, Arturo Rosenfeld, Juan J. Chavanne y Fidel Zelada. la gaceta / archivo

El rector Terán habló de su experiencia


En 1929, la Universidad Nacional de Tucumán cumplía su aniversario número quince. En su discurso de celebración, el rector y fundador, doctor Juan B. Terán, expresó que quería aportar a ese cumpleaños “la lección de mi experiencia”: algunas páginas del “breviario de mi experiencia”. Y pasaba a enumerar algunos principios que juzgaba esenciales.

Pensaba que “la lección que menos se olvida es la del ejemplo: lo primero que ha de enseñarse es el trabajo”. Las bellas condiciones del espíritu “pueden decorar la vida, pero son abalorios si no las sustenta su constante aplicación”. El maestro es mucho más importante que los programas más sabios. La “utilería pedagógica y la novedad libresca”, no solamente distan de mejorar la insuficiencia; es más, la tornan grotesca.

Consideraba que el mayor pecado del maestro es “descorazonar” un joven. “En el gobierno de la enseñanza, en la orientación de maestros y alumnos, se ha de poner una gran confianza en los hombres. Demos plena fe al esfuerzo de un maestro, al porvenir de un joven”.

Recordaba que “el primer postulado de la enseñanza es el culto de la dignidad espiritual. Por eso la escuela y la cultura son formulas vacías bajo la esclavitud o la dictadura, que son sus negaciones”.

Pensaba que la enseñanza “es más sabiduría que ciencia. Muere de énfasis y de doctorismo. La vivifica, en cambio, la humildad”. Y esta “no consiste en tenerse por menos, sino en saberse poco y tener mucha ambición de perfeccionamiento, desear el perfeccionamiento de los demás y gozar con él.