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MARCO MANUEL DE AVELLANEDA. Estatua de uno de los gobernantes ejecutados, en su tumba de la Recoleta.

Las épocas que dejaron un terrible recuerdo


El doctor José Ignacio Aráoz (1875-1941) publicó en LA GACETA, entre muchas y muy interesantes notas, una titulada “Las autoridades de Tucumán en los primeros 40 años de la Independencia”. Transcribía allí una nómina inédita de gobernantes, obra de Ricardo Jaimes Freyre, y procedía a completarla, añadiéndole una reflexión final.

Expresaba Aráoz que, “quien ignore la historia de Tucumán, leyendo esta escueta cronología de gobernantes, se formará la impresión de una hilera de boyas colocadas a distancias muy irregulares, como señalando una ruta en un mar en calma. Le parecerá pintoresco eso de la ‘República de Tucumán’ y los 12 cambios de gobierno que vivió la provincia durante el año 1822”, por ejemplo, escribía.

Sin embargo, hasta 1841, “¡qué años de agitaciones y tragedias presidieron esos gobernantes! Cinco de ellos murieron ajusticiados por sus adversarios… Casi todos los gobiernos fueron el fruto de asonadas, revoluciones e imposiciones de ejércitos invasores. Numerosas batallas campales, grandes y chicas, afrontaron la provincia y su pueblo; este, a cada rato, veíase más y más esquilmado, con empréstitos forzosos que imponían los vencedores a los vencidos”.

Añadía: “Pero nada de esto es comparable a las espeluznantes y dantescas tragedias que significaron para los tucumanos las entradas de Quiroga en 1831 y de Oribe en 1841. Durante los meses que ellas duraron, la fortuna, la vida y hasta el honor de las familias antirrosistas, fueron el botín de oficiales y soldados miserables. Niñas y señoras hubieron de buscar su salvación huyendo hacia provincias vecinas, o viviendo en la maraña de bosques impenetrables o en misteriosos escondrijos de sus hogares”.