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UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA. A fines del siglo XIX, así se veía la Iglesia de la Compañía de Jesús y, al lado, la casa de estudios donde se graduaron los diputados tucumanos. la gaceta / archivo

Los dos eran eclesiásticos, uno párroco de la Matriz y el otro canónigo de la Catedral de Salta.


Luego de un par de elecciones que abundaron en incidencias y reparos (ver esta columna del 10 de abril), quedaron por fin nombrados los tres diputados por Tucumán al Congreso de las Provincias Unidas. La renuncia de uno de ellos, el doctor José Serapión de Arteaga, redujo la representación de la provincia a dos personas: Pedro Miguel Aráoz y José Ignacio Thames. Ambos eran presbíteros del clero secular, y ambos se habían doctorado en Córdoba.

El doctor Aráoz venía de una de las más antiguas familias tucumanas. Nació el 20 de junio de 1759 y era hijo de don Pedro Antonio Aráoz y Paz de Figueroa y de doña Francisca Núñez de Herrera y Moreno Briceño.

Lo enviaron a estudiar a Buenos Aires, en el Real Colegio de San Carlos. Empezó los cursos de Teología, pero poco después se trasladó al Convictorio de Monserrat, en Córdoba. Razones de salud lo obligaron a retirarse en 1781. Al apuntar su partida, el rector lo describía como “mozo de los más hábiles que ha creado el Colegio”.

Talentoso Aráoz

Se ordenó sacerdote y, mientras se preparaba para doctorarse, fue vicerrector del Seminario de Loreto y director de una Academia de Moral. Recibió el doctorado en 1782. Nicolás Avellaneda lo llamaría “uno de los talentos más distinguidos de su época, cuando se formaba una reputación por un silogismo que quedaba vibrante durante cincuenta años en los claustros de Trejo y Sanabria”. Cuenta que “sus contemporáneos lo apodaban ‘Perico’ y hablaban de él como de un Pico de la Mirándola…“

Pasó luego a Buenos Aires. Allí, fue catedrático de Filosofía –y vicerrector durante tres años- del Colegio de San Carlos. Sus lecciones constan en el ‘Triennalis Philosophicus Cursus’. De regreso a Tucumán, fue nombrado párroco de la Matriz de su ciudad. Cuando estalló la Revolución de Mayo, se adhirió a ella de inmediato, como toda su numerosa familia.

En dos victorias

Dos años después, en 1812, integró la comisión de vecinos, presidida por su pariente Bernabé Aráoz, que requirió a Manuel Belgrano que detuviera en Tucumán la retirada del Ejército del Norte. Sabida consecuencia de la gestión, fue la victoria del 24 de setiembre.

Acompañó a esa fuerza a Salta, donde el 20 de febrero de 1813 Belgrano logró rendir a todo el ejército realista. Aráoz era capellán de la milicia de Dragones Tucumanos. En el parte de acción, Belgrano lo elogió expresamente, “por haber ejercido su santo ministerio en lo más vivo del fuego con una serenidad propia y haber sido infatigable en sus obligaciones”.

Como diputado por Tucumán, firmó el acta de la Independencia, el 9 de julio de 1816. En diciembre, resultó elegido para la presidencia rotativa del cuerpo. Bajo su mandato el Congreso se trasladó a Buenos Aires, y partió con sus colegas. En 1817 volvió a la mesa directiva, como vicepresidente.

La “República”

Participó en varios debates. Una de sus mociones interesantes –sancionada por el Congreso- fue que el ramo de herencias transversales se hiciera municipal en cada pueblo, para que los Cabildos lo destinaran a establecer escuelas de primeras letras.

A comienzos de octubre de 1818, presentó la renuncia a la banca, que fue aceptada. Argumentó “el visible quebranto de su salud, lo que justificaba con documentos competentes, y los perjuicios irreparables que sufría por la separación de su curato”. Regresó a su parroquia de la Matriz. Cuando, en 1820, Bernabé Aráoz instituyó la “República de Tucumán” y quiso dotarla de una Constitución, el doctor Aráoz fue, con el abogado José Serapión de Arteaga, el representante de Tucumán que firmó su sanción, junto con Catamarca.

Luego vino la guerra con Salta y con Santiago. Le tocó suscribir el tratado de paz de Vinará (junio de 1821), en nombre de Tucumán, mientras el presbítero Pedro León Gallo lo hizo por Santiago del Estero.

El periodista

Asimismo, Aráoz se encargó de la redacción de “El Tucumano Imparcial” (aparecido el 14 de agosto de 1820), primer periódico que conoció la provincia, costeado por el Gobierno. Fue miembro de la Sala de Representantes entre 1821 y 1826, y la presidió en dos ocasiones.

Luego, ya distanciado de don Bernabé, apoyó en la Sala la formación de una causa en su contra, lo que desencadenó su extradición y su fusilamiento. Fue elegido diputado al Congreso Constituyente de 1826, junto al doctor Juan Bautista Paz, pero al parecer no llegó a incorporarse.

El doctor Pedro Miguel Aráoz falleció en Tucumán el 18 de junio de 1832.

Buenos caballos

Según los recuerdos del doctor Fernando de Zavalía, el “cura Perico” era “de regular estatura, más bien delgado, de asombroso talento”. Vestía “de levita larga, medias con ligas y hebillas de oro, así como en los zapatos”, durante el Congreso, cuando ese atuendo “era el uso de aquel tiempo”. Se decía también que tenía algún parecido físico con su pariente Juan Bautista Alberdi. No existe retrato auténtico suyo: el que cuelga en el Salón de la Jura de la Casa Histórica, carece de base documental.

En la memoria de los tucumanos, el nombre del doctor Aráoz ha quedado vinculado a anécdotas más mundanas que apostólicas. Recuerda La Madrid que “era en extremo miedoso” y “muy aficionado a las carreras, y nunca le faltaban cinco o seis caballos buenos”.

Criterioso Thames

El doctor José Ignacio Thames nació en Tucumán, el 27 de noviembre de 1761. Sus padres eran don José Ignacio Thames y doña María Josefa Gutiérrez. Según Paul Groussac, la casa de Thames se levantaba frente a la plaza, en la hoy esquina 25 de Mayo y 24 de Setiembre, ochava noroeste, junto a la de los Rodríguez Bazán.

En la Universidad Mayor de San Carlos, de Córdoba, se doctoró en Teología y Derecho Canónico, en 1784. Luego volvió a la ciudad natal, para dedicarse a su ministerio sacerdotal. Julio P. Ávila informa que Thames tenía una quinta en la zona llamada “Chacras al Oeste”.

Hacia 1801 fue designado cura párroco de El Alto, antigua población serrana en la zona sur de Catamarca. Allí estuvo hasta 1810. En 1813, lo nombraron canónigo de la Catedral de Salta. Entretanto, había ocurrido la Revolución de Mayo, cuyos postulados el doctor Thames compartió sin vacilar.

Discreta actuación

Al convocarse el Congreso de las Provincias Unidas, fue elegido diputado, por renuncia del doctor José Agustín Molina, junto con los doctores Pedro Miguel Aráoz y Juan Bautista Paz. Las protestas contra la elección suscitaron la renuncia de estos últimos, pero Thames decidió incorporarse al Congreso.

Tras nuevos comicios, Aráoz y José Serapión de Arteaga resultaron electos. Se presentaron al Congreso, y Thames pronunció un elocuente discurso a favor de la admisión de ambos. Pero cuando los llamaron a que juraran y se incorporasen, Arteaga renunció desde la barra y sólo se incorporó Aráoz.

Tuvo el doctor Thames una discreta actuación en la famosa asamblea. Expuso su fundada opinión en varios debates e integró comisiones, como la de reforma del Estatuto Provisional. Estuvo presente en la sesión del 9 de julio de 1816, y firmó en ese carácter la histórica acta de la Independencia. El 1 de agosto, sucedió al doctor Francisco Narciso de Laprida en la presidencia del cuerpo. Tenía un modo suave pero, en el incidente por la incorporación del salteño José Antonio Moldes, mostró que “era hombre de temple y de garra”, escribe un historiador.

Monarquía incaica

Es conocido que gran parte de las deliberaciones de los congresales se dedicaron a debatir la forma de gobierno. El doctor Thames era partidario de la monarquía de los Incas, y en la sesión del 5 de agosto, expresó que “haciendo mérito del principio de derecho que prescribe la restitución al poseedor y dueño de lo que se le despojó por violencia, deducía lo que a los Incas debía hacérseles de la dominación que se les usurpó por los soberanos de España”. Bajo la gestión de Thames se aprobaron asuntos significativos, como la redacción y publicidad del célebre “Manifiesto”.

Cuando el Congreso resolvió continuar en Buenos Aires sus sesiones, Thames acompañó ese traslado. En abril de 1818, fue elegido vicepresidente. Poco después, el 24 de setiembre de ese año, presentaba su renuncia por motivos de salud. El Cabildo tucumano la aceptó el 1 de diciembre.

Vuelto al norte, tornó a ocupar su sitial de canónigo en Salta. Tuvo un breve regreso a la política, durante el gobierno del general Gregorio Aráoz de La Madrid. En diciembre de 1825, Thames fue elegido miembro de la Sala de Representantes. El 21 de ese mes, fue nombrado presidente del cuerpo, pero no parecía entusiasmado con la diputación.

Correcto y austero

El 13 de enero de 1826, dejó de concurrir a la Sala y pidió que se lo reemplazara, porque “asuntos particulares lo obligaban a salir de la ciudad por tiempo indeterminado”.

Volvió a ceñirse a sus tareas sacerdotales. En octubre, actuó como “comisionado eclesiástico”, para pedir “la intervención del Gobierno para dividir el Curato de Río Chico”, adjuntando un informe sobre los motivos. La Sala trató el asunto sobre tablas y decidió a su favor.

Vicente Osvaldo Cutolo informa que entre 1824 y 1825 regresó a El Alto, “donde tenía parte de su familia”.

Según Enrique Udaondo, Thames “era un caballero correcto, de finos modales y de costumbre austeras y ceremoniosas, llevadas al seno de la propia familia; al extremo de que sus parientes más allegados tenían señalado determinado día al mes para visitar al prócer”. Falleció en San Miguel de Tucumán, el 9 de febrero de 1832. Como en el caso de su colega Aráoz, no existe retrato auténtico del doctor Thames.