Ejecutante de guitarra, piano y flauta, Salustiano Zavalía compuso varias piezas, entre ellas una misa
El tucumano Salustiano Zavalía (1808-1874) tuvo una larga y destacada actuación pública que se extendió a lo largo de casi cuatro décadas. Legislador, magistrado, gobernador, tres veces senador nacional, su dignidad más conocida fue la de diputado por Tucumán a la Convención Constituyente de 1853. En esa histórica asamblea le correspondió papel preponderante y, según el secretario del Congreso, José María Zuviría, sus discursos en la Constituyente “fueron verdaderamente notables, como fondo y como forma, y es sensible que no se hayan transmitido al presente en toda su integridad”. Esto porque, como se sabe, no existen versiones taquigráficas de los debates del Congreso, sino solamente actas que los sintetizaron.
Pero, simultáneamente con su tan meritoria faceta de servidor público, el doctor Zavalía desarrolló otra, nada estudiada pero bien significativa. Nos referimos a su costado de músico, compositor y también ejecutante. Arrimar algunas referencias sobre ese tema es el propósito de las líneas que siguen.
Clases en Córdoba
En su época de estudiante de Derecho en la Universidad de Córdoba (1822-1829) Salustiano Zavalía recibió, junto con su condiscípulo, Amancio Alcorta, clases de música que les impartía el español José María Cambese. Recuerda el musicólogo Alberto Williams que Zavalía se convirtió en un destacado ejecutante de guitarra, y también en compositor de “minuetos, cuadrillas y valses para piano; piezas y variaciones sobre temas nacionales y temas originales para guitarra y flauta”
Williams había oído ejecutar, por uno de los hijos de Zavalía, un minué que, decía, “tiene, como los de sus contemporáneos Alcorta y Alberdi, el sello rítmico de la música popular argentina”. Así, “mientras que el acompañamiento en forma de arpegios quebrados, cual lo son por lo general los de guitarra, imprime al minué un movimiento ondulante y gracioso como un requiebro de gaucho, la melodía se dibuja, tierna y melancólica, como el mirar de una china enamorada”.
Una misa en 1836
Pero Zavalía no solamente compuso valses y minuetos, sino que acometió por lo menos una obra mayor. En efecto, a los 26 años compuso nada menos que una misa, para la inauguración de un templo que hizo edificar el gobernador de Santiago del Estero, Juan Felipe Ibarra. Así lo testimonia la carta que, desde esa ciudad, Brígido Silva envió a Juan Bautista Alberdi el 26 de junio de 1836.
Le contaba que “casi todos los mozos de Tucumán”, acompañando al gobernador Alejandro Heredia, se habían trasladado a Santiago para “las fiestas de colocación de una capilla preciosa que ha hecho Ibarra. Tuvo lugar esta función el 21 el corriente y ha estado muy buena. La misa ha sido compuesta por nuestro paisano Zavalía y ha sido generalmente aplaudida”.
En carta de 1944 a su colega Miguel P. Díaz, el doctor Ernesto Padilla, siempre interesado en la historia tucumana, subrayaba aquel hecho, y le informaba que “la música de esta misa se ha perdido, porque el original fue prestado por una hija de él (Zavalía), religiosa, sin que se la devolvieran, y han sido inútiles las diligencias para encontrarla”.
Con Bassini
Corría 1835 cuando llegó a Tucumán el profesor italiano Carlos Bassini, excelente violinista. Traía de Buenos Aires una recomendación de Alberdi, que le abrió todas las puertas. El 21 de abril de ese año, el doctor José Agustín Molina escribía sobre el asunto al futuro autor de las “Bases”. Le informaba que el día 19, Bassini había dado “una función de violín, tocando tres piezas, acompañado en una de ellas por Zavalía con flauta, otra en piano con Manuelita Vázquez, y la última en trío con la misma y Zavalía”.
Cuando en 1841, como participante en la Liga del Norte contra Rosas debió Zavalía exiliarse en Lima, recordaba Padilla que “alivió su situación de proscripto dando lecciones de música”. Además, Zavalía se había preocupado de inculcar el gusto por ese arte en sus muchos hijos.
Lima y Santa Fe
Desde el exilio peruano -que fue largo, hasta 1850- escribía a su hija Brígida. Le enviaba “una colección de música, porque es lo más exquisito de la época”. Se alegraba de saber, decía, “que estás tan adelantada en música, que cantas con Aurora unos dúos de Norma y Tancredi; es cosa que deseo mucho verlas cantar esas piezas. Juntos haremos primores, y cuando vuelva Salustiano (su hijo) tocando el violín, nuestros conciertos subirán de precio”.
Más tarde, durante su estadía de 1853-54, en Santa Fe y en Paraná, como constituyente y legislador, un par de testigos destacarían las cualidades musicales del tucumano. En sus “Retratos y recuerdos”, Lucio V. Mansilla apunta que “tenía predilección por la música, que conocía científicamente”, y “como tocaba primorosamente la guitarra, en un salón su prestigio se imponía”. Por su parte, Vicente G. Quesada, en “Memorias de un viejo”, narra que Zavalía, en sus discursos, cuidaba la voz “como si siguiese el compás de la música, de la que era un cultor muy agradable”.
En Cruz Alta
Las referencias que había recibido Padilla de los viejos tucumanos concordaban en que Zavalía era un “maravilloso” cultor de la flauta, el piano y la guitarra. Uno de sus hijos le narró que, en épocas muy difíciles de su economía, “en su establecimiento de campo de Cruz Alta olvidaba y hacía olvidar a sus peones las duras necesidades que los apremiaban, reuniéndolos por la noche, haciéndoles oír la guitarra y deleitando a sus oyentes”. Hemos visto, en poder de sus descendientes Zavaleta-Pueyrredón, la guitarra que perteneció a don Salustiano, en excelente estado a pesar de su antigüedad.
Claro que es difícil poder valorar hoy al Zavalía músico, ya que no existen -o no se han difundido al menos- las partituras de sus obras. Padilla había propuesto a su familia “mandar a registrar lo que maravillosamente ejecutaba doña Rosa Zavalía de Esteves como piezas de su padre”.
Sin registro
Agregaba que “es posible que piezas que corren hoy sin autor, más de una sea de su inspiración”. La iniciativa no prosperó, que sepamos.
Por suerte, hemos podido escuchar parte de al menos una de sus composiciones. En 2010 se grabó, en el CD “Boletín Musical 1837”, el vals para piano “El paseo de San Isidro”, de Salustiano Zavalía, junto con producciones de Alberdi, de Juan Pedro Esnaola y otros músicos de aquella lejana época. Los intérpretes Virginia Correa Dupuy (voz); Igor Herzog (guitarra) y Juan Luis Juri (piano) rescataron allí ese material histórico. Lo hicieron utilizando las partituras que, en 1837, publicó el litógrafo Gregorio Ibarra en su efímero “Boletín musical”, editado en Buenos Aires por entonces.
No es de descartar que, entre los papeles viejos que suelen guardar algunas familias, pudieran aparecer partituras que permitan conocer la obra musical del constituyente de 1853.