En 1916, a pesar de la indiferencia del Estado Nacional, se las arregló Tucumán para celebrar dignamente la gran fecha.
El 9 de julio de 1912, los tucumanos aplaudieron con fervor la llegada del presidente de la Nación, doctor Roque Sáenz Peña. Desde que se organizó la república, solamente dos primeros magistrados habían visitado la ciudad: Nicolás Avellaneda en 1876, y Julio Argentino Roca en 1883. Y de esto último, habían pasado ya casi tres décadas.
En junio de 1911, Sáenz Peña había manifestado, por telegrama al gobernador, doctor José Frías Silva, su firme propósito de “conmemorar en esa capital, desde el año venidero, el aniversario del 9 de julio”. Decía que “un pensamiento netamente argentino y un concepto verdadero y expresivo de la nacionalidad”, lo determinaban a rendir homenaje al Congreso de la Independencia “en su sede y en su ambiente”.
Dos veces Sáenz Peña
Así, vino en 1912 el presidente Sáenz Peña. Estrenó la flamante Casa de Gobierno, presidió desfiles y banquetes, visitó ingenios y regresó más que satisfecho. Como lo había resuelto, repitió su visita en julio de 1913, cuando ya gobernaba el doctor Ernesto Padilla. Faltaban tres años para celebrar el Centenario de la Independencia, y nadie podía dudar que el presidente cumpliría su promesa de convertir la conmemoración de 1916 en un suceso resonante.
Pero sucedió que, en 1914, Sáenz Peña no pudo reiterar su visita. Estaba gravemente enfermo, como que falleció un mes más tarde, el 9 de agosto. Como representante nacional para la fecha, vino el ministro de Instrucción Pública, doctor Tomás Cullen. Y en 1915, no apareció nadie del Gobierno de la Nación: el único mandatario forastero que llegó para acompañar los festejos fue el gobernador de Córdoba, doctor Ramón J. Cárcano.
La Nación ajusta
No sólo se habían interrumpido las venidas del presidente. Los fondos de la Nación previstos en teoría para la celebración, con el pretexto de la Guerra Mundial se redujeron de modo drástico: apenas 200.000 pesos recibiría la provincia. Esto anulaba el ambicioso proyecto de Padilla de realizar una gran Exposición Continental, y dejaba claro que Tucumán debía arreglárselas como pudiera para festejar el Centenario. No tuvo eco en la Casa Rosada la gran manifestación del 12 de setiembre de 1915, donde una multitud congregada en la plaza Independencia pidió que en esta ciudad se centralizaran los festejos nacionales.
El gobernador Padilla no se amilanó. Solicitó y obtuvo de la Legislatura 250.000 pesos para la conmemoración, por ley del 7 de enero de 1916 (suma que fue ampliada, en un monto igual, por otra ley, del 24 de mayo) y nombró una comisión de notables para organizar los actos. En cuanto a la concurrencia, envió invitaciones “urbi et orbi”.
Sólo un ministro
El resultado fue magro. El presidente, doctor Victorino de la Plaza, explicó que debía encabezar en Buenos Aires los actos de ese día. No podía venir y enviaba, para representar al Ejecutivo, al ministro de Instrucción Pública, doctor Carlos Saavedra Lamas, con dos jefes militares, el contraalmirante Vicente Montes y el general Luis J. Dellepiane. De los gobernadores, arribaron solamente cinco: los doctores Abraham Cornejo, de Salta; Daniel Ovejero, de Jujuy; Guillermo Correa, de Catamarca; Eufrasio Loza, de Córdoba, y Rodolfo Lehmann, de Santa Fe. Del cuerpo diplomático, solamente el embajador del Uruguay, Daniel Muñoz.
Ciñéndonos a los actos principales, el programa oficial del festejo se abrió el 25 de marzo de 1916, con una manifestación cívica en la plaza Independencia. En junio, el 15 se habilitó el Gimnasio “Sáenz Peña”, y el 20 se inauguró el “Tranvía rural”, trencito a vapor que unía la ciudad con el pie del cerro, y se colocó la piedra basal de la iglesia de Villa Marcos Paz.
Nutrido programa
El 1 de julio se inauguró, en el parque 9 de Julio, la casa restaurada del obispo prócer José Eusebio Colombres, con su busto al frente; y el 2, en el atrio de Santo Domingo, se descubrieron las estatuas de Fray Justo Santa María de Oro y de Fray José Manuel Pérez.
El 3, quedó habilitado el local reconstruido de la Escuela Monteagudo, en la calle Moreno al 400. El 4 se bendijo la piedra fundamental de la Escuela Hogar de Obreras, costeada por el Jockey Club de Buenos Aires, y se dieron los premios del Concurso Interprovincial de Tejidos y Bordados, que había convocado a la artesanía de la región.
El ministro Saavedra Lamas arribó el día 5: asistió al desfile de 1.500 niños de las escuelas públicas, y luego escuchó a 6.000 voces infantiles entonar el “Himno del Centenario”, compuesto especialmente por el poeta Carlos Guido y Spano. Por la tarde, dio comienzo a sus reuniones, en el salón de actos del Colegio Nacional, el Congreso Americano de Ciencias Sociales, con altas figuras de la intelectualidad de todo el país y varias del extranjero.
101 cañonazos
El 6 tuvo lugar la ronda de 1.200 niñas escolares, en el Gimnasio “24 de Setiembre”, ubicado en el solar del actual Centro de Salud. El 8, una nutrida columna popular se dirigió a la Casa Histórica, portando las numerosas placas conmemorativas de las delegaciones nacionales y extranjeras. Además, se abrió al público una gran pintura circular con efectos lumínicos -el “Panorama de la Batalla de Tucumán”- y tuvo lugar el baile de gala en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, que lucía en su techo las flamantes pinturas de Julio Vila y Prades.
El gran día, domingo 9 de julio, fue saludado al amanecer con una salva de 101 cañonazos. Luego, Te Deum de gala en la Catedral; homenaje a los congresales en la Casa de la Independencia; desfile de tropas de la V División de Ejército, más un escuadrón de Granaderos a Caballo; retreta extraordinaria en la plaza; fuegos artificiales y función de gala en el Teatro Odeón, hoy San Martín.
La gran escuela
El 10 se colocó la piedra basal de la “Galería de la Independencia” (que nunca se construiría) y se cortó la cinta de entrada a la flamante Escuela Superior “Manuel Belgrano”, en Alberdi y La Madrid. El 11 fue la apertura de la Sala de Bellas Artes del Museo Provincial, acto que presenció un famoso visitante, el músico Camilo Saint-Saëns, en 24 de Setiembre al 800 (hoy Archivo General de la Provincia), y se descubrió el busto del Inca Garcilaso de la Vega en la intersección del Camino del Perú y avenida Mate de Luna. Además, se desarrolló una gran fiesta gimnástica con 2.000 alumnos, y un concurrido “Carrousel Militar” en el parque.
El 12 tuvo lugar la entrega de premios del certamen literario denominado “Juegos Florales” y la inauguración del Museo Etnográfico.
Hasta noviembre
La Caja Popular de Ahorros, el 13, repartió 3.000 libretas de ahorro, con un depósito de 2 pesos cada una, entre los escolares de la provincia. El 14, las autoridades visitaron los Talleres de Tafi Viejo y las obras del dique El Cadillal. El 15, un “paseo popular” hasta el pie del cerro, en el “tranvía rural”. El 14, “Caza del zorro”, a cargo de oficiales de la Escuela de Caballería. El 16 se habilitó el “Vagón de Enseñanza Agrícola” y el 17 el Vivero de Frutos Subtropicales.
En el parque 9 de Julio se descubrió la gran placa de mármol “Ad perpetuam memoriam”, como homenaje al creador del paseo, doctor Alberto León de Soldati, y se habilitó la “Plaza prehistórica”, con el menhir Ambrosetti traído del valle de Tafí. El último acto del Centenario, en noviembre, fue todo un suceso científico: la Primera Reunión Nacional de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales.
Gran dignidad
De ese modo, a pesar de la indiferencia del Gobierno de la Nación, se ingenió Tucumán para celebrar de muy digna manera el Centenario de la Independencia. Nadie dejó de reconocerlo entonces. En el libro “Celebración Nacional del Centenario de la Independencia en Tucumán. 1916”, editado en 1917 por el Gobierno de la Provincia, quedó asentada una crónica de los actos, con transcripción de discursos y numerosas fotografías.
En su última parte reproducía algunas crónicas de la prensa porteña. Nada más ilustrativo que la breve carta transcripta como cierre del tomo de 250 páginas. La firmaba un tal señor Peter Goldsmith, dirigida al gobernador Padilla desde Buenos Aires. Decía: “Llegué como extranjero, nada ni nadie conociendo. Después de estar entre el hospitalario pueblo de Tucumán una semana, ya me creía ligado como uno de sus hijos. He presenciado muchas celebraciones y fiestas del estilo. He viajado algo y algo conozco del mundo. Pocas veces me ha sido permitido ver, sentir, tanto interés y tanto entusiasmo populares, como se manifestaba allí durante la semana del Centenario”.