La política deparó curiosas situaciones al general Juan Esteban Vacarezza, en 1893 y 1930.
Tal vez nunca hubiera sospechado, el general Juan Esteban Vacarezza, que la ciudad de San Miguel de Tucumán sería el escenario de un par de episodios (separados por un intervalo de más de cuatro décadas) de inolvidable impacto durante su larga vida.
Vacarezza había nacido en Buenos Aires el 12 de julio de 1872. Educado cuidadosamente por sus padres, don Francisco Vacarezza y doña Rosalía Bacigalupo, fue un impecable cadete del Colegio Militar de la Nación, del que egresó en 1891. Pero además de su fuerte vocación castrense, Vacarezza era hombre con ideales políticos. Repudiaba el roquismo y el juarismo, y no tenía inconveniente en manifestarlo. Tanto, que a principios de 1892 fue dado de baja del Ejército. Tenía entonces grado de teniente.
El revolucionario
Reducido así a simple ciudadano y militante de la Unión Cívica Radical (UCR), no titubeó en trasladarse a Tucumán cuando empezaba setiembre de 1893. Quería participar en la revolución armada con la que un grupo de radicales encabezados por el teniente Pedro S. Lódolo quería derrocar al gobernador “acuerdista”, doctor Próspero García.
Era ese el año en que los levantamientos armados de los radicales estallaban en diversos puntos del país, atribulando al presidente Luis Sáenz Peña, quien a cada rato debía modificar su gabinete. Entre julio y agosto, los radicales se habían alzado en San Luis y en Corrientes, y también en las tan importantes provincias de Buenos Aires y Santa Fe.
El movimiento de Tucumán estalló la noche del 7 de setiembre. Entre los revolucionarios, además de Vacarezza, formaban otros oficiales dados recientemente de baja, como Madariaga, Chouciño, Conesa, Ramírez y Tornquist, según narraría Lódolo en su libro de recuerdos.
Toma de la Cárcel
El grupo atacó y tomó esa noche la Cárcel Penitenciaria, ubicada entonces frente a la plaza Urquiza. En la exitosa operación, correspondió a Vacarezza un importante papel. Poco después, los revolucionarios tomaban también la estación ferroviaria llamada entonces Sunchales, frente a la plaza Alberdi.
Ante el episodio, el Gobierno nacional pensó que bastaba el piquete provincial paras sofocarlo. Así, se limitó a enviar a Tucumán al Regimiento 11 de línea, al mando del coronel Ramón F. Bravo. Tenía instrucciones de no intervenir en el conflicto, y limitarse a custodiar los edificios nacionales del Correo y del Juzgado Federal. Mientras, el piquete del gobernador García se tiroteaba con los revolucionarios, con saldo de no pocos muertos y heridos.
La situación se mantuvo indecisa durante varios días. El jefe del 11 ayudaba al Gobierno: facilitaba municiones al piquete y con diversos pretextos, obligaba a los rebeldes a abandonar posiciones. Esto determinó que los oficiales del Regimiento (varios de ellos simpatizantes radicales) se sublevaran el 20 de setiembre contra Bravo, con gran parte de la tropa.
Vuelta al servicio
El motín dejó desamparado al gobernador García. Debió capitular anta la Junta Revolucionaria, que lo encarceló y nombró gobernador al doctor Eugenio Méndez. Entonces, el Gobierno nacional consideró que estaba ante una sedición, y mandó a Tucumán una impresionante cantidad de soldados, al mando del general Francisco B. Bosch. En pocos minutos esa fuerza dominó la situación, arrestó a los cabecillas y puso la provincia bajo jurisdicción militar.
Vacarezza regresó a Buenos Aires. Pudo reincorporarse al servicio a comienzos de 1895, cuando, a poco de asumir la presidencia el doctor José Evaristo Uriburu, promulgó una ley que amnistiaba a todos los civiles y militares participantes en las revoluciones de 1890 y 1893.
Dejó entonces la militancia política activa -manteniendo intactas sus convicciones- y se concentró en las tareas militares, en diversos destinos. Se casó con una dama salteña, doña Francisca Patrón Costas, con la que tendría tres hijos.
Otra vez Tucumán
Teniente 1° en 1896, ascendió a capitán en 1899. Tras hacer la Escuela de Guerra fue promovido a mayor en 1904; a teniente coronel en 1909 y a coronel en 1913.
Volvió a Tucumán como jefe de Estado Mayor de la V División de Ejército, cuya comandancia ejercía el general Carlos O’Donnell. Fue jefe de la Secretaría del Ministerio de Guerra (1916-19) y agregado militar en Estados Unidos y en el Perú. En 1924 recibió las insignias de general de brigada, y se desempeñó ese año como interventor federal en Catamarca.
Antes de concluir la década, Vacarezza fue destinado nuevamente a Tucumán, ya ascendido a general de división. Asumió entonces la jefatura de la V división, con asiento en nuestra ciudad. Lejos estaba de imaginar las circunstancias en que se vería envuelto más tarde.
La revolución del 30
En esa época, gobernaba la provincia el ingeniero José G. Sortheix, del partido radical. Como se sabe, el 6 de setiembre de 1930, una revolución militar encabezada por el general José Félix Uriburu derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen. Como las simpatías radicales de Vacarezza se mantenían intactas, no estaba en absoluto de acuerdo con el golpe. Pero dependía de sus superiores, lo que le creaba una difícil situación.
El problema que debía afrontar era inverso al de 1893. Entonces estuvo entre los revolucionarios radicales, mientras esta vez desempeñaba un comando del Ejército que había tumbado al gobierno radical.
A las 9 de la noche de ese 6 de setiembre, el ministro de Guerra, general Rodolfo Medina, intimó por telegrama al general Vacarezza a responder, en dos horas, si las fuerzas a sus órdenes acataban la nueva realidad del gobierno militar.
El jefe de la V División reunió a sus oficiales. Estos se declararon de acuerdo con la revolución, por lo que Vacarezza telegrafió a Medina una respuesta afirmativa. Al mismo tiempo, le solicitó su retiro inmediato del Ejército. Mantuvo esta decisión, a pesar de que Medina insistió en que la reconsiderase.
En el gobierno
La revolución había agitado a los tucumanos. Grupos airados de legalistas y golpistas recorrían las calles. Se sucedían incidentes de todo tipo en la plaza Independencia y en sus inmediaciones. Vacarezza entendió que ese cuadro era peligroso para las autoridades, y pidió al gobernador Sortheix que le delegase el mando, por evidentes razones de seguridad. Así, Vacarezza asumió el gobierno. El día 11 lo entregó, junto con el comando, al nuevo titular de este último, general Francisco M. Vélez.
Poco después, Vacarezza se alejaba definitivamente de Tucumán y del servicio activo. Pero no terminó allí su actuación. Presidió el Consejo Supremo de Guerra y Marina, y fue jefe de Policía de la Capital Federal, de 1936 a 1938. Presidió el Círculo Militar y el Instituto Nacional Sanmartiniano, además de recibir numerosas condecoraciones.
Después
Cargado ya de años, no dejó de opinar en las circunstancias difíciles. Cuando en 1946 se hizo el juicio político a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, defendió con fuerza la estabilidad de los miembros de ese poder del Estado. El dirigente socialista Alfredo Palacios lo felicitó en carta pública. “Usted, general, que invoca su honor de soldado y su conciencia de ciudadano, y que no quiere vivir bajo la protección de los hombres, sino de las leyes, es la auténtica expresión de la voluntad argentina”.
El general Juan Esteban Vacarezza falleció en Buenos Aires el 8 de enero de 1956. Sin duda, nunca olvidaría a Tucumán, escenario de un par de circunstancias azarosas de su vida.