Los amores del creador de la bandera con la tucumana Dolores Helguero dieron por fruto una hija mujer, Manuela Mónica
Fue durante el segundo mando en jefe del Ejército del Norte, que el general Manuel Belgrano tuvo su más larga permanencia en San Miguel de Tucumán, donde quedó acampada la fuerza entre 1816 y 1819. Su cargo militar y su prestigio de vencedor de Campo de las Carreras, lo convertían, lógicamente, en el personaje de mayor relieve de la ciudad. Así, aunque residía en la modesta vivienda que edificó junto al cuartel de la Ciudadela, era el invitado de honor en todas las casas del vecindario.
Entre ellas, la de don Victoriano Helguero (y no Helguera, como es la errata frecuente) y su esposa María Manuela Liendo. Según el historiador Ventura Murga (muchas de cuyas referencias y citas usamos para esta nota) la residencia de los Helguero estaba en la hoy esquina San Martín y Maipú, donde se alza el edificio del Banco de la Nación.
El segundo de los seis hijos de don Victoriano y doña María Manuela era una mujer, María de los Dolores Helguero. Había nacido en 1798, de manera que en 1816 tenía 18 años.
Amores del general
Sensible siempre a los encantos femeninos, en algún momento entre 1816 y 1818, el general inició un amorío con María Dolores, a quien llevaba 28 años. Es difícil pensar que pudieran –si lo quisieron- mantener la relación en secreto. Dadas la pequeñez de la aldea y la notoriedad del general, es más que probable que el romance fuese conocido por todos a poco de empezar, y mirado con complacencia. Belgrano era solterón y parecía grato que una tucumana lo hiciera cambiar de estado.
Pero los comentarios se convirtieron en escandalizada murmuración en los últimos meses de 1818, cuando fue visible que María de los Dolores estaba embarazada y no se hablaba de boda. A todo esto, Belgrano no pudo acompañarla hasta el final del trance. Es sabido que le ordenaron marchar con el Ejército a Santa Fe, para apoyar al gobierno central, enfrentado con el caudillo Estanislao López.
Nace Manuela Mónica
Partió entonces con toda la fuerza, en febrero de 1819. En su ausencia, el 4 de mayo, Dolores alumbró a una niña, que tres días más tarde fue bautizada con el nombre de Manuela Mónica del Corazón de Jesús. Los padrinos fueron la abuela materna, María Manuela Liendo de Helguero y el tío Pedro Celestino Liendo.
Es conocido que la campaña contra López terminó provisionalmente con un armisticio. Ese mismo mes de mayo, Belgrano contramarchó con el Ejército hasta Córdoba, y acampó en la Cruz Alta, junto al Río Tercero. Estaba bastante enfermo cuando decidió renunciar al mando y entregarlo al coronel mayor Francisco Fernández de la Cruz, el 11 de septiembre. Se dirigió entonces a Tucumán. A comienzos de octubre, estaba en la ciudad. Su hija tenía ya cinco meses.
Cartas, no visitas
¿Por qué Belgrano no se casó con María Dolores cuando ella quedó encinta, para evitarle el baldón social que en esa época caía sobre la madre soltera? ¿No pudo hacerlo por su enfermedad, o porque se consideraba demasiado viejo? ¿O directamente no quiso asumir el compromiso? Es terreno para muchas conjeturas.
Lo cierto es que más tarde -en fecha imprecisa por falta de documentos- María de los Dolores se casó con un pariente, Manuel Rivas. Es tradición que don Victoriano la obligó a hacerlo. Tuvieron hijos, no se sabe cuántos, pero fueron más de uno. Vivían en el interior de Catamarca. Rivas la abandonó años después: se fue a Bolivia y no se supo más de su persona.
La niña Manuela se criaba en la casa de los Liendo. Al parecer, Belgrano no la visitó durante los cinco meses escasos que estuvo en Tucumán desde su regreso de Córdoba. Según Marcelino de la Rosa, esposo de Gertrudis Liendo, el general consideraba que “no debía, por moralidad y por el rango que ocupaba, preguntar directamente por su hija, aunque se dirigiese a un amigo íntimo”. Escribía a diario, desde la Ciudadela, al padrino Pedro Celestino, requiriendo datos de la niña.
“Mi ahijadita”
Sabemos que estaba enfermo y empobrecido, y que debió soportar los atropellos del golpe armado de Abraham González, en noviembre de 1819. Decidió entonces regresar a Buenos Aires. Tiempo antes, el 22 de enero de 1820, dirigió una nota al Cabildo de Tucumán. Expresaba que su cuadra de terreno en la Ciudadela, “con todo lo en ella edificado por mí, pertenece por derecho de heredad a mi hija doña Manuela Mónica del Corazón de Jesús”.
Sería el único documento, conocido hasta ahora (pero sólo por cita, pues el original no está en el Archivo Histórico de Tucumán) donde reconoce explícitamente su paternidad. A comienzos de marzo, inició el penoso viaje a Buenos Aires.
Hay una carta inédita de Belgrano, escrita durante el trayecto y dirigida a Pedro Celestino Liendo. Está fechada el 2 de abril, en “la costa de San Isidro”. Trata a Liendo de “cumpa”, o sea compadre, y de “cuma” a su esposa. Pero al referirse a Manuela Mónica, no la llama hija sino ahijada. “No dejen de darme noticias de mi ahijadita; usted puede imaginarse cuánto debe interesarme su salud y bienestar en todo aspecto”, escribe el general.
Encargos sobre la niña
Llega a Buenos Aires el 10 de abril y morirá el 20 de junio de 1820. En su testamento, expresa que “soy de estado soltero y que no tengo ascendientes ni descendientes”. Pero, dice Bartolomé Mitre, dejó a su hermano, heredero y albacea, el canónigo Domingo Belgrano “el encargo secreto de que pagadas todas sus deudas, aplicase todo el remanente de sus bienes a favor de su hija natural, llamada Manuela Mónica, que de edad de poco más de un año, había dejado en Tucumán”, recomendándole que “hiciera con ella las veces de padre y cuidara de darle la más esmerada educación”.
Cuatro años más tarde, el canónigo Belgrano escribía a Miguel, otro de sus hermanos. Le indicaba que cobrase el rédito del dinero que el Gobierno debía al general y, lo emplease “en la educación física y moral y en el mantenimiento y vestuario de la niña D. Manuela Mónica que se halla en la edad de 5 años y debe residir en Tucumán en poder de Dolores Helguero y Liendo”. Debía hacer con ella “las veces de padre” hasta que se casara, sin omitir nada “para que la dicha niña reciba la más distinguida educación en todo respecto”.
Manuela en Buenos Aires
Más explícito sobre la paternidad, será el testamento que en 1848 redacta Joaquín Belgrano, otro hermano del general. Lega una valiosa propiedad en Buenos Aires, en la calle Victoria, “a favor de mi sobrina doña Manuela Belgrano, hija de mi hermano el señor general Don Manuel Belgrano”.
En fin, la niña Manuela Mónica partió a Buenos Aires a fines de 1825, para vivir con la familia Belgrano. Consta que en noviembre de ese año su madre, María de los Dolores Helguero (ya de Rivas) recibió 68 pesos enviados por Juana Belgrano de Chas –hermana del general- para “el avío y demás gastos” necesarios para la marcha de la niña a la capital. Viajó a cargo de Francisca Mansilla.
Desde entonces residió en Buenos Aires. Nunca volvió a Tucumán, aunque se escribía con Marcelino de la Rosa, yerno de su padrino Pedro Celestino Liendo. En carta a un amigo, Manuela contó que Bernardino Rivadavia la visitaba, y le pedía que se parase junto al retrato de Manuel Belgrano, para asombrarse del gran parecido físico.
El casamiento
Rivadavia le acordó una pensión mensual, que el gobierno de Juan Manuel de Rosas dejó sin efecto. Parece haberse exiliado en Montevideo, en 1848. Ya vuelta a Buenos Aires, Manuela Mónica se casó con Manuel Vega Belgrano (que firmaba “Manuel B. Belgrano”), posible pariente de su padre. Vega Belgrano se había establecido en el Azul, donde fue juez de paz. Tuvo una pulpería, luego un almacén de ramos generales, y pasó finalmente a explotar con éxito los campos que adquirió allí y en Olavarría.
El matrimonio tuvo tres hijos, dos varones y una mujer. Los varones, Manuel Félix y Carlos Miguel, no tuvieron descendencia. Sí las tuvo la hija mujer, Flora Vega-Belgrano. Se casó con su primo segundo, Juan Carlos Belgrano-Martínez. Tuvieron varios hijos. Llegaron a la edad adulta tres: Manuel, militar, soltero; Carlos Néstor, casado con Felisa Ledesma Saavedra, con sucesión, y Mario, abogado, esposo de Blanca Cigorraga Pondal, también con sucesión.
El final
La nieta de Mario Belgrano, llamada Blanca Luz Belgrano-Manson, guarda hoy papeles de familia. Entre ellos, aquella carta fechada en “la costa de San Isidro”, de la que hemos citado un párrafo. Nos facilitó gentilmente la copia fotográfica y valiosos retratos, por medio de Susana Lucinda Uriarte de Louge.
Según Rafael Palomeque, era Manuela Mónica Belgrano “de inteligencia nada vulgar”. Había sido educada con esmero y conocía el francés y el inglés. Mujer generalmente dulce, tenía un “genio pronto, que perturbaba a veces su ritmo interior y su suavidad externa”. Se decía que Juan Bautista Alberdi estaba entre quienes la cortejaron en los años de juventud.
Manuela Mónica Belgrano de Vega Belgrano murió en febrero de 1866, luego de soportar muchos problemas de salud. Su esposo, en carta a Marcelino de la Rosa, le informó “el fallecimiento de mi pobre Manuela”. Narraba que, luego “de un año de estar postrada, sufriendo cuanto usted puede imaginarse de doloroso y cruel”, concluyó su vida “el día 5 del presente, a las siete y media de la mañana, dejándome un vacío imposible de llenar”.