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CAMA Y ROPERO. Se muestran a los visitantes como parte desl ajuar sanmartiniano. Es una foto de 1966.

El futuro Libertador fue llevado al campo por consejo de los médicos. Estuvo allí casi un mes y luego se trasladó a Córdoba, dejando la jefatura del Ejército del Norte


Es sabido que, desde el 29 de enero de 1814, el general José de San Martín estaba al frente del Ejército del Norte. Su acción se hizo notar rápidamente en las numerosas medidas que adoptó: reorganización total de la fuerza, armado de guerrillas en la frontera norte, construcción de La Ciudadela, fueron algunas. Otra vez nos hemos ocupado de esos temas.

Pero de pronto, cuando promediaba abril, narra el entonces capitán José María Paz, “se generalizó en el Ejército” la versión de que “una dolencia en el pecho aquejaba al general San Martín; no salió de su casa en muchos días; la retreta no tocaba a su puerta para que el ruido no lo incomodase, y se hacía guardar el mayor silencio a los que llegaban a informarse de su salud, o con otro motivo”.

Los rumores pronto se hicieron oficiales. El 26 de abril, el segundo jefe, coronel Francisco Fernández de la Cruz informó por nota al Director Supremo, Gervasio Posadas, que el general se hallaba “afectado de una afección interior del pecho”.

En busca de clima
Y al día siguiente, remitió otra comunicación con el mismo destino. La envió por “correo extraordinario”, dada la gravedad del asunto. Avisaba que la dolencia de San Martín parecía “aumentada de un modo bastante peligroso, según la exposición de todos los facultativos que se hallan en ésta”. Es más, los médicos habían “convenido unánimes en la indispensable necesidad de que varíe de clima, designando al efecto a Córdoba o La Rioja”.

Añadía que, mientras “obtiene el permiso de V.E. para caminar a cualquiera de estos destinos, se ha determinado que pase a una hacienda distante siete leguas de ésta, a donde se dirigirá mañana”.

Entretanto, le parecía conveniente que el gobierno tomara “las medidas que crea conducentes, para el reemplazo de tan digno jefe, mientras recobra su salud, o como V.E. tenga por conveniente”.

En La Ramada
El Director le contestó que “se hiciese cargo del Ejército, y si falleciese San Martín, sirva aquélla (se refería a su nota) de bastante despacho para el mando interino”.

La “hacienda distante siete leguas” era la estancia de La Ramada. Allí arribó San Martín, en un coche, el 28 de abril. Lo acompañaban su médico, el doctor Guillermo Colisverry, un par de asistentes y algunos oficiales.

Era La Ramada un campo ubicado al nordeste de la provincia, en el actual departamento de Burruyacu. Su propietario era, por entonces, don Pedro Bernabé Gramajo, casado con doña Dolores Molina. La hacienda, cuya extensión era de unas mil trescientas hectáreas, había pertenecido antes a doña Escolástica Aráoz, hermana del cura Pedro Miguel Aráoz, futuro congresal de la Independencia. Se la había vendido a don Pedro en 1806.

La vivienda
Ya no existe la vivienda original donde se alojó el ilustre enfermo. La actual casa sanmartiniana del lugar -conocido como La Ramada de Abajo- es, por su arquitectura y materiales, de construcción evidentemente muy posterior: su antigüedad no va más allá de los finales del siglo XIX. Esto sin perjuicio de que se levante, según la tradición, en el lugar que ocupaba la primitiva.

El alojamiento disponible para San Martín no debió ser muy distinto al de las otras “salas” de estancias de la época. Es decir, una humilde construcción, con paredes de adobe y techo de paja o acaso de teja. Si la casa más importante era la que ocupó el Congreso de la Independencia, en la ciudad, puede conjeturarse lo que serían las construcciones emplazadas a más de treinta kilómetros de distancia.

Es por esa razón que la vivienda de La Ramada de Abajo nunca fue instituida monumento histórico nacional. Sí fue declarada “monumento histórico provincial”, el 14 de agosto de 1976, por ley 4.529 del gobierno militar de Antonio Domingo Bussi. Entre los considerandos, expresaba -inexplicablemente- que “dicha casa se mantiene en las mismas condiciones de la época en que residió en ella el Gran Capitán”…

Días tranquilos
En 1889, en la sucesión de don Rufino Cossio Gramajo (nieto materno de don Pedro Gramajo), la propiedad se describía como “un terreno en el departamento de Burruyacu llamado La Ramada, de media legua 472 y media varas de frente por cuatro leguas y media de fondo, cercado la tercera parte de zanja y alambre, con una acequia del río de La Calera y un derecho al agua de la aguada Ramada con represas, cerco, corrales, etc. y una casa de material de moderna construcción”.

Pero volvamos a 1814 y a San Martín. En ese campo, el general empezó a restablecerse. Libre de las obligaciones perentorias de la jefatura -aunque sin duda no de las preocupaciones respectivas- y bajo los cuidados del doctor Colisverry, apareció la mejoría.

La enfermedad
Sobre la enfermedad que lo aquejaba, es mucho lo que se ha escrito. Los trabajos más documentados (como el del doctor Aníbal Ruiz Moreno, de 1950), sostienen que San Martín padecía de asma desde sus tiempos de oficial en España. Y que los vómitos de sangre con dolores de estómago que lo aquejaron en Tucumán y en otras partes, eran de origen gástrico, debidos a una úlcera estomacal o duodenal. Esto explica, dice Antonio J. Pérez Amuchástegui, “la periódica sucesión de mejorías y agravaciones”. El cambio de clima, entonces, era necesario para el asma, y el reposo para las gastralgias.

A pesar de las constancias que aporta la correspondencia oficial, las memorias de José María Paz sostienen que la enfermedad de San Martín “era un mero pretexto para alejarse de un mando que no deseaba continuar”. Que estaba convencido de que la facción alvearista que se entronizaba en el gobierno, negaría recursos al Ejército del Norte, manteniéndolo inmovilizado en Tucumán. Y que cuando llegara la hora de avanzar sobre el Alto Perú, darían el mando a otro general. No faltan historiadores que secunden esta versión.

Rumbo a Córdoba
El 1° de mayo, el jefe interino informó al gobierno que San Martín había logrado “algún alivio desde la mañana de ayer”. La mejoría se mantuvo. El 8 de mayo, otra nota de Fernández de la Cruz avisaba que San Martín “se halla en el día algún tanto aliviado de sus males, aunque no libre de la fatiga del pecho que lo incomoda”. Y el día 25, narraba que “se halla bastantemente restablecido, y que cree que dentro de un mes podrá ponerse en estado de volver al Ejército”.

Pero ya había abandonado la estancia de Gramajo. En la misma comunicación, Fernández de la Cruz decía que “el temperamento húmedo y continuos nublados que experimentó en la hacienda de Las Ramadas, le obligaron a buscar otro más seco, inmediato a Santiago del Estero”.

Según una nueva comunicación del jefe interino (1 de junio), San Martín “ha sido atacado nuevamente de su mal, lo que lo ha puesto en la precisión de seguir adelante”; esto es, abandonar aquél sitio “inmediato a Santiago del Estero”. Se hallaba, el día 29, “en la entrada de la travesía, aunque ya bastante aliviado, según me lo dice él mismo en aquélla fecha”. Viajaba rumbo a Córdoba. Allí permanecería, en la casa de Eduardo Pérez Bulnes de la villa de Saldán, hasta que se restableció completamente. Como se sabe, sería nombrado gobernador intendente de Cuyo el 10 de agosto, con lo que se abrió la etapa más gloriosa de su vida.

Casi un mes
Es decir que la estadía del futuro Libertador en La Ramada de Abajo, se extendió desde el 28 de abril hasta el 24 de mayo. O sea, duró casi un mes. No se registran constancias documentales de su actividad allí. Puede conjeturarse que se haya limitado a alternar el descanso con tareas de lectura y escritura de cartas, más algunos cortos paseos por las inmediaciones. Con frecuencia llegaba hasta La Ramada, para informar y para recibir instrucciones, el coronel Fernández de la Cruz.

En cuanto a la propiedad del solar, don Pedro Bernabé Gramajo falleció en 1823, nueve años después de la permanencia de San Martín. El fundo pasó a su yerno, don Rufino Cossio Villafañe, casado sucesivamente con las hermanas Juana Rosa e Inés Gramajo. El último propietario de apellido Cossio de ese paraje, fue don Julio Cossio-Paz, bisnieto de don Pedro Gramajo.

Parcela de la casa
En 1944, por decreto del 5 de junio, la Intervención Federal dispuso expropiar las tres hectáreas donde se encontraba la casa sanmartiniana, por entonces propiedad del Banco Hipotecario Nacional (LA GACETA, 6 de junio de 1944). Pareciera que la expropiación no se llevó a efecto, porque la parcela del edificio quedó como propiedad de don Bautista Martínez, uno de los beneficiarios de la política de colonización que encaró el referido Banco en la zona. Posteriormente, los descendientes de don Bautista, llamados Luis Bautista y José Martínez, cedieron sus derechos al Estado Provincial, que los aceptó por decreto de diciembre de 1976 (LA GACETA, 20 de diciembre de 1976). Ya por entonces, en la casona venía funcionando la Escuela Nacional 313.

Dentro de la vivienda, se conserva un antiguo ropero y una cama de hierro, que se muestran a los visitantes como parte del ajuar sanmartiniano de 1814. Se asegura también que el general descansaba al pie de un añoso algarrobo que se alza junto al edificio.