Impresiones de 1911 de un conocido español.
El escritor y pintor español Santiago Rusiñol (1861-1931) visitó Tucumán y narró la experiencia en “Un viaje al Plata” (1911). En nuestra ciudad, asistió a una sesión de tango, en una humilde casa de las afueras, y la narra en detalle.
“Los ojos de las ‘chinas’ se ponen más negros; el corazón de los bebedores empieza a dar vueltas; las sillas se balancean y el boliche parece una hamaca. De cada rincón salen parejas que se cogen, se estrechan o, mejor dicho, se pegan uno al otro, y empieza el balanceo, como un barco del Paraná que hubiese anclado bajo un árbol”, escribe.
“Para bailar el tango hay que haber nacido aquí; el ‘gringo’ lo baila desordenado; el ruso demasiado serio y el español lo ‘achula; pero cuando la pareja es criolla y tiene gestos de indío y aplomo de gaucho ¡ay, hijos míos, qué dibujar! Los píes se mueven en silencio por miedo a despertar a la fiera; adelantan, retroceden, resbalan como si buscasen ardid para hacer suya a la bailadora. Hay momentos en que parece que se atacan y entonces cambian de camino: y ellas, que lo saben y están advertidas, retroceden, seduciendo y concediendo, se detienen luego y huyen a un tiempo, y los ojos, y los pies, y los brazos, y todo el cuerpo se vuelven de goma voluptuosa, y todo ello silenciosamente, pausadamente, con cierto respeto, como quien cumple un acto de vida; la invitación al amor sensual con los respetos y la cadencia de quien cumple un destino y comulga por su raza”.
Rusiñol afirmaba: “Os juro que estos momentos me han parecido más solemnes, más patrióticos, más argentinos que tantas manifestaciones de patriotería como hemos visto. Aquí el pueblo es como la planta, como el insecto, como el hombre, como el ser que sin discursos ni retórica trabaja, bailando, por su pueblo”…