Los sombreros de los tucumanos en 1844.
Como se sabe, desde tiempo inmemorial y hasta fines de la primera mitad del siglo XX, el sombrero era un elemento indispensable en la vestimenta masculina. Andar sin sombrero era como circular desnudo. Hubo un fabricante local de estas prendas que figuró un momento en nuestra historia: el francés Juan Bautista Bergeire, elegido en noviembre de 1838 provisorio gobernador de Tucumán, tras el asesinato de Alejandro Heredia. Por cierto que la caótica situación imperante lo hizo renunciar a los pocos días
Hubo un problema con los sombreros de Tucumán, en 1844. Ese año ya no se fabricaban aquí y había que importarlos. El 8 de agosto, la Sala de Representantes dictó “un decreto con fuerza de ley”, de dos artículos, sobre el asunto. Consideró que “el derecho de un 30 por ciento con que se grava a los sombreros importados en la provincia, es exorbitante; que de ello resulta un precio sumamente caro en este artículo de tanto consumo por todas las clases de la sociedad, y que no existen en la provincia, por ahora fábricas para fomentarlas con la prohibición o gravamen impuesto a las manufacturas del exterior”.
Por lo tanto, la Sala disponía que “los sombreros del exterior de la provincia, en el pago de los derechos de aduana, se nivelarán, por ahora y hasta nueva disposición, a las demás manufacturas extranjeras o nacionales que pagan el 6 por ciento”.
El otro artículo dejaba claro que los tucumanos no se conformarían con cualquier tipo de sombrero. En efecto, resolvía que “cuando en la provincia se establezcan fábricas de sombreros cuya calidad sea confirme al uso y decencia de los ciudadanos, el Cuerpo Legislativo revisará esta ley para modificarla según entonces pueda convenir”.