Según un oficial rosista que lo presenció
Como se sabe, en 1841, luego de la batalla de Famaillá, el doctor Marco Manuel de Avellaneda, jefe de la Liga del Norte contra Rosas, intentó escapar a Bolivia. Pero fue traicionado por un tal Sandoval, quien lo entregó, así como a Vilela y otros oficiales, a los rosistas. En “El Orden”, en 1909, se publicó la declaración –hasta entonces inédita- de uno de los oficiales rosistas, el teniente segundo Juan Farías.
Según su testimonio, Sandoval llegó al campamente del coronel Mariano Maza en Pozo Verde, con los presos. “A Avellaneda lo traía atado codo con codo. Venía en camisa y calzoncillos, con botas. Hasta el sombrero le había quitado y traía una vincha en la cabeza”. Conducidos a la presencia de Maza, “éste increpó a Avellaneda, diciéndole: ‘Lo compadezco porque su suerte es mala. Qué lastima que un joven de tanta esperanza se haya hecho acreedor a tan severo castigo”. Narra Farías que “Avellaneda le pidió que lo hiciera desatar, a lo que se opuso el traidor Sandoval, diciéndole que durante todo el camino lo había venido insultando, llamándolo vil traidor”. Pero Maza “lo hizo desatar y Avellaneda le dio las gracias y le dijo: ‘Coronel, la libertad ha muerto. Ustedes pueden hacer lo que quieran’. ‘Cállese la boca’, le dijo el coronel y ordenó que los entregara a la guardia de prevención, permitiéndole al coronel Vilela y a Avellaneda que se pusiesen debajo de una carreta, haciéndoles dar unos mates”.
Partieron luego a Metán, donde estaba acampado Manuel Oribe, quien ordenó que los presos fueran ejecutados. Narra Farías que “el doctor Avellaneda fue degollado y después descoyuntado”, y que “un teniente que era de la escolta de Oribe le sacó una lonja desde la nuca hasta las asentaderas para manea”. El teniente se llamaba Bernardino y era brasilero. La ejecución “se hizo debajo de un gran árbol”.