Inauguración del Ferrocarril a Tucumán.
El ferrocarril de Córdoba-Tucumán se inauguró, como se sabe, el 31 de octubre de 1876. Fue una memorable ceremonia, a la cabeza de la cual estaban el presidente Nicolás Avellaneda y su antecesor en el cargo, Domingo Faustino Sarmiento, rodeados de notabilidades de la política y del periodismo.
Días más tarde, el 3 de diciembre, desde Saint André de Fontenay, escribió Juan Bautista Alberdi a Avellaneda, a quien aún no conocía personalmente. Le decía que “el honor de ocupar el primer puesto en el gobierno de su país, puede muy bien ser un legítimo titulo de orgullo. Pero es mayor para mí el de inaugurar una obra pública como el ferrocarril a Tucumán, que pone a esa ciudad a tres días de Buenos Aires. Ha sido un día de fiesta para mi corazón, el día en que vi el aviso telegráfico de ese evento en un periódico de París”, decía. Rogaba “me perdone la libertad y el honor que me tomo de enviarle mis parabienes y agradecimientos, como argentino y como tucumano”.
Añadía un recuerdo juvenil. “El viaje que el Señor Presidente ha hecho en un día y medio de Córdoba a Tucumán, lo hicimos juntos, con su señor padre (Marco Avellaneda), mi malogrado y muy querido amigo, en 1834, en ocho días, por diligencia tirada por caballos. Pero ese mismo término era breve, comparado con el de dos meses que puse en mi niñez para venir de Tucumán a Buenos Aires, en una tropa de carretas arrastradas por bueyes”.
Afirmaba Alberdi que “revoluciones y victorias como las que han modificado ese estado de nuestra viabilidad, son las que necesita nuestra América del Sud para emular a la del Norte en el aprecio del mundo civilizado”. Se despedía “con mis cumplimientos más cordiales y respetuosos”, como “muy atento servidor y conciudadano” del presidente.