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LANCE CABALLERESCO. En Tucumán, provenían del amor propio o de agravios políticos y profesionales.

Juan Heller confeccionó una reglamentación.


El doctor Juan Heller, eminente y culto jurista, nació en 1883 y falleció en 1950. Durante la mayor parte de su vida, los duelos caballerescos eran cosa común. Esto lo llevó, en 1922, a publicar en “El Orden” un sustancioso artículo sobre el tema, titulado “El derecho a matar”. Allí, luego de hacer un estudio histórico y sociológico de los lances, llegaba a la conclusión de que, en Tucumán, “salvo contadísimas excepciones, las causas de todos los incidentes ocurridos han sido meras cuestiones de amor propio, disputas o agravios de origen político o profesional”.

Visto todo eso, lanzaba una inédita propuesta. Consistía en que “todas las personas que se consideren en situación social y moral de ser provocadas a duelo, adhieran a una convención o reglamento que obligue a sus representantes a recurrir, previamente, a un Tribunal, Jury o Corte de Honor, que examine los motivos de la ofensa o del incidente, y pronuncien en su caso el correspondiente veredicto”. El reglamento constaba de 13 artículos.

Al final, expresaba Heller que “con este sencillo procedimiento, el duelo quedaría como recurso para resolver la turbación de la tranquilidad doméstica, ofensas gravísimas o atroces, cuestiones propiamente defensivas del honor, evitativas de ignominia; o sea a lo excepcional y raro, y no como procedimiento ostentativo de fuerza o manifestativo de una verdad que no la prueban las armas ni la impone la violencia”. Consideraba que “la existencia de numerosos centros sociales, vuelve más fácil y asegura el éxito a la iniciativa, dándole el prestigio de una sanción colectiva y tal vez unánime”. No se sabe que la sugerencia de Heller fuese puesta en práctica alguna vez.