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Nos designó “legatarios de su memoria”.


Hoy, 131 aniversario de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, es oportuno reiterar el texto que el prócer redactó en Tucumán en su última visita, en 1886. Lo entregó al periodista y poeta Patricio Gallo, quien lo difundiría.

“Como la madre joven para el tierno fruto de sus amores, pides ¡oh, poeta novel! al anciano augur que imponga su mano sobre el recién nacido álbum, a fin de que sus páginas se inspiren de nobles y grandes pensamientos”, empezaba.

Si los antiguos estaban atentos al horóscopo, “mi horóscopo es más positivo, pues le ofrece, como un rayo de luz que se refleja en los objetos que lo rodean, la felicidad que experimento al salir de Tucumán el 18 de agosto, acompañado de los votos de un pueblo amigo, que me ha hecho plácida la vida en una época y en una edad en que sobreabundan los desencantos”.

“He recuperado del todo, a la sombra de su fructífero bosque de naranjos en que se dan la mano el otoño y la primavera, la salud que quebrantaron, más que los años, el ímprobo trabajo del marino subalterno para arrancar la nave del atolladero a que la condujeron pilotos inexpertos”. Le producía dicha ver funcionar los ingenios; ver que su nombre “está inscripto en el puente que une la Provincia; en el riel que une la Nación; en el Colegio que derrama las ideas; en el telégrafo que las recibe o difunde; en la escuela que las lleva a la industria; en la Sociedad Sarmiento que se encarga de perpetuarlas por el cultivo de las letras, y la Asociación de amigos de la instrucción que continuarán el trabajo de medio siglo”. Terminaba: “Al pueblo de Tucumán, que se ha constituido mi amigo, lo instituyo el legatario universal de mi memoria; no como ella es en la prosa de la realidad, sino como quiso el joven Gallo, en unos versos que le pido consigne aquí; o como lo desea ´La Razón´ al desearme feliz viaje, hoy 18 de agosto de 1886”.