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RIÑA DE GALLOS. La “diversión favorita del pobre” en un óleo de Jorge Bermúdez.

Duras apreciaciones del sabio Burmeister


En su “Viaje por los Estados del Plata”, editado en 1861, el sabio alemán Germán Burmeister deploraba que la riña de gallos fuera “la diversión favorita del pobre en las ciudades argentinas”. En Santiago del Estero, por ejemplo, el reñidero estaba al centro del patio de la posada, “circundado por un corredor” para los asientos y “cubierto por un techo de zinc circular, con una claraboya para el alumbrado”. En el cerco de arena donde peleaban los gallos, “se veían grandes manchas de sangre, testigos de las brillantes acciones que se habían desarrollado anteriormente”.

Todo esto llevaba a Burmeister a duras conclusiones sobre la mentalidad reinante. Las riñas, que le daban repugnancia, estaban muy concurridas. “En la mayor parte de las ciudades se ven reñideros que tienen sobre su entrada un cartel con gallos pintados; generalmente tienen asistencia de gente vulgar, que hace apuestas sobre el resultado de la riña y que demuestra de este modo la natural brutalidad de su modo de sentir”. Del mismo modo que “gozan cuando le ocurre a cualquiera una desgracia, como, por ejemplo, cuando uno se lastima o cae del caballo. Ninguno presta ayuda, pero todos se ríen, aunque se haya sufrido un daño importante”.

Narraba que muchas veces había visto, “indignado, cómo muchachos de todas las edades maltrataban, por puro gusto, sus perros, gatos, burros y otros animales domésticos; o cómo maltrataban, hasta la muerte, pájaros que habían cazado. Sus padres, que esto veían, se divertían de la habilidad maligna de sus hijos, pero ninguno los amonestaba haciéndoles ver su mal proceder. Al que no se defiende o no se puede defender, lo maltratan; esa es más o menos la regla entre la población, principalmente entre los gauchos, que prefieren la diversión del tormento a cualquier otra”.