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SIN VALLA ALGUNA. En la década de 1930, no había peligro de robo de los materiales de construcción.

En un contrato y una foto reveladores.


Con toda gentileza, el arquitecto Juan Palazzolo nos ha hecho llegar un contrato del 27 de febrero de 1937, junto con una fotografía que supongo de la misma época. Ambos constituyen documentos de notable interés, a poco que se analicen, y son ampliamente reveladores del cambio de costumbres.

Su abuelo, el constructor italiano Juan Domingo Palazzolo, integraba, con Domingo Américo Cadario y Antonio Matas, la sociedad civil “Palazzolo, Matas y Cadario”. Había sido constituida para ejecutar una importante obra, adjudicada por el Gobierno de la Provincia a Palazzolo en 1037. Se trataba de “la demolición total y emparejamiento” del inmueble fiscal donde anteriormente funcionaba el antiguo Mercado Sur, ubicado en la mitad poniente de la hoy plaza Yrigoyen.

La última cláusula del contrato social, establecía que “toda divergencia suscitada con motivo de la marcha, liquidación de la sociedad o interpretación de este contrato, será dirimida por amables componedores, nombrados uno por cada parte, los que podrán nombrar un tercero en caso de discordia. El fallo que se pronuncie en ambos casis será inapelable”. Así, en apenas cinco renglones, se establecía un eficaz procedimiento de arreglo, que merecería imitarse.

En cuanto a la foto que ilustra esta nota, registra la construcción de una vivienda a cargo de Palazzolo. Lo notable es observar que primero se colocaban las carpinterías, y los ladrillos estaban en la vereda, sin que existiera valla alguna que proteja todos esos materiales. Eso –me hace notar el remitente- sería impensable en nuestros días. Hoy, en toda construcción se levanta desde el vamos una cerca de obra de tres metros de altura, para evitar que los malvivientes se lleven todo…