En 1838, por negarse a atender soldados
Escasos eran los médicos en Tucumán hasta promediar el siglo XIX. Corría 1836 cuando el gobernador, general-doctor Alejandro Heredia, resolvió aceptar la propuesta del doctor José María Ocantos para encargarse de los enfermos del hospital que se estaba por construir. Pero sucedió que una posterior diferencia de criterio con Ocantos hizo que Heredia rescindiera el contrato
El decreto respectivo, del 9 de enero de 1837, detallaba el asunto. Decía que “el Gobierno, al aceptar la propuesta del doctor don José María Ocantos, creyó firmemente que su compromiso de asistir a los enfermos del hospital, entretanto su material establecimiento, extendiese su deber a los soldados enfermos, que es la parte más indigente y necesitada”. Pero ocurrió que cuando, por esa razón, “se le ha prevenido asistir a unos soldados enfermos”, se advirtió, por la respuesta, que Ocantos consideraba que “su compromiso no se extendía a esta clase de hombres”.
Para Heredia, no era posible “que el Gobierno prescindiese de la ley de igualdad, y mucho menos de proteger a la clase indigente, a quien todo facultativo, por su instituto, debe asistir gratis”. En consecuencia, decretaba que “queda sin vigor ni efecto alguno la contrata celebrada con el doctor don José María Ocantos”, y “por consiguiente, extinguido el sueldo anual que por este respecto se le designó”. El ministro de Hacienda, “formando los ajustes del tiempo que ha servido el empleo, le abonará el alcance y asentará el cese”. Agregaba que, a pesar de la recisión, se anunciaría por circular a los jefes militares de ciudad y campaña, que comunicaran a sus oficiales y tropa que, “en caso de adolecer algunos de ellos enfermedades, sean de la clase que fuesen, ocurran directamente al Gobierno, para proporcionarles facultativo y subsistencia”.