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BARTOLOMÉ MITRE. Hacia 1854, se tomó en Buenos Aires este excelente daguerrotipo del prócer.-

Adversarios, pero sin encono personal.


El gran tucumano Juan Bautista Alberdi y el gran porteño Bartolomé Mitre tuvieron, como se sabe, fuertes enfrentamientos en materia de ideas políticas. Pero ellos no afectaron a la persona de ninguno de los dos. En ese sentido, Alberdi escribió desde París, en 1871, a Tucumán, a su sobrino Guillermo Aráoz. En la carta -publicada por Ricardo Sáenz Hayes- le dijo que, en sus juicios sobre la Guerra del Paraguay, “no entra divergencia por mi parte, ni sombra de prevención personal, a Mitre”.

Agregaba que “hemos sido amigos y toda la amistad de otra época vive en mi memoria. Si muchos puntos de la política de nuestro país nos dividen, cien otros nos acercan y aproximan, como hijos de una misma patria y secuaces convencidos de los mismos principios de la revolución de América. Es una estúpida invención el decir que yo he jurado no volver al país mientras él (Mitre) tenga un cargo público. Sólo ha podido idearse ese disparate para ponerme en ridículo, pues tal juramento me presentaría como un bruto que no ha visto jamás un país libre, en que los más vivos antagonismos no excluyen el mutuo respeto ni el contacto mismo de antagonistas cultos y civilizados”.

A su vez, Mitre escribiría que “la obra de Alberdi es esencialmente argentina. Refleja el medio y sus problemas. Los inspira en la historia y en la realidad de su país. Nadie antes que él dijo que el país era un desierto y que se hacía necesario poblarlo con el brazo europeo que le diera nueva savia e hiciera vivir a sus inmensas riquezas que yacían inertes. Nadie antes que él señaló las características étnicas y la necesidad de modificarlas, para realizar la obra de prosperidad y de progreso que el país reclamaba y que estaba admirablemente preparado para recibir”.