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LA HISTÓRICA DECLARACIÓN. Fue posible luego de vencer las vacilaciones de algunos diputados.

Conceptos del historiador Vicente F. López.


En su “Historia de la República Argentina”, texto clásico sobre nuestro pasado, Vicente Fidel López se refiere a la declaración de la independencia del 9 de julio de 1816. Apunta que, a pesar de las indicaciones de José de San Martín y del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, “una gran parte de los diputados” del Congreso de Tucumán no compartía la idea de dar ese paso.

Fray Cayetano Rodríguez, uno de los integrantes, escribía que “no quieren todavía declarar la independencia porque dicen que no es tiempo y que es muy peligroso. Aún les parece corto el tiempo de nuestra esclavitud, y mucho rango para un pueblo americano el ser libre. Vamos, pues, ‘fernandeando’ por activa y por pasiva, casados con nuestros malditos hábitos”. Lo de “fernandeando” se refería, obviamente, al rey Fernando VII.

Pero, dice López, “San Martín lo reclamaba de todos sus amigos; y a uno de ellos que le decía, en estilo vulgar, que el hacerlo no era ‘soplar y hacer botellas’, le contestaba que era mucho más fácil declarar la independencia que encontrar un solo argentino que hiciera una botella”. Al fin, fueron vencidas estas vacilaciones. “Y una vez puestos en la pendiente, los diputados más avanzados en el influjo de la mayoría tuvieron una reunión privada, el 8 de julio por la tarde, que entonces comenzaba convencionalmente a la una. Discutieron el asunto: la vehemencia de los que ya tenían hecha la resolución arrastró los demás, y todos quedaron comprometidos en que al día siguiente se hiciera moción de tratar sobre la independencia”. Una “votación general apoyó la proposición”, cuando el presidente del Congreso interrogó al cuerpo si quería que las Provincias Unidas formasen una sola nación, libre e independiente de los reyes de España.