Elogios con reservas al director Groussac.
“El Orden”, en 1893, publicó en varias ediciones unos recuerdos del comienzo de la Escuela Normal de Tucumán. Eran a veces fuertemente críticos. Largos párrafos se referían a Paul Groussac, director desde 1879 hasta inicios de 1883. Decían que Groussac “se dio cuenta de la inmensa responsabilidad que asumía y fue todo estudio, todo contracción, abarcando un radio inmenso en toda clase de conocimientos, y haciendo una labor de espíritu superior a otro hombre que no tuviera su voluntad tenaz y porfiada”.
Su temperamento “no era apropiado, o con vocación al magisterio. Voluntarioso e irritable, adquirió aquella concentración de alma que lo hacía temible a los alumnos, porque su aspecto denunciaba una lucha interior entre sus arranques geniales y la estrictez de los preceptos pedagógicos”. Esta pugna iba forzosamente contenida, “para no desmentir la teoría de sus fecundas enseñanzas y hacer verdad la grandeza de Pestalozzi, cuyo culto adoptara con decisión y conciencia”.
El texto de Groussac sobre Pedagogía era “frío, escaso, limitadísimo en sus lecciones”. Pero era necesario “sentir el calor que les infundía con sus ampliaciones, reveladoras de la penetración de sus estudios, y acomodarse como él al espíritu vivificante del maestro de la pedagogía moderna”. Advertía el firmante que no quería hacer “elogios exagerados”, ni pretendía “agigantar la figura del director normal que supo llenar con altura y honradez sus deberes”. Señalaba que Groussac “tuvo muchos defectos, cometió notorias injusticias, ejerció en cierto modo un despotismo irritante”. Pero, “con todo, es el gran maestro que, si no modeló pedagogos en muchos de sus alumnos, ayudó a la formación de su carácter inflexible y su perfecto equilibrio moral”.