En 1880, con los tucumanos Avellaneda y Roca.
A comienzos de 1880, Sarmiento piensa que se le ha abierto la posibilidad que constituye su máximo sueño: volver a ser presidente de la República. El candidato oficial, general Julio Argentino Roca, de vez en cuanto anuncia mañosamente a sus amigos que podría dar “un paso al costado”. El sanjuanino piensa que ese “paso” le abriría el camino a la Casa Rosada. Sin darse cuenta de que los dichos de Roca son como globos de ensayo, se prodiga en cartas y embajadas, con el apoyo entusiasta de jóvenes como Aristóbulo del Valle.
Y por un momento cree que el presidente Nicolás Avellaneda lo apoyará. Escribe a Roca una franca carta. El general tucumano no le contesta, pero hace públicas un par de condiciones de difícil cumplimiento para el remitente. Afirma que sólo se arreglará con quien le traiga los votos asegurados de Buenos Aires, y luego de consultar con todos sus amigos.
Sarmiento responsabiliza de esto a Avellaneda. Le gira una carta para nada afectuosa, y abundante en sarcasmos. “Acaso por haber andado tanto tiempo en trabajos de conciliación y de acercar extremos, ha perdido (usted) la conciencia de los contrastes. Parécele la cosa más natural y generosa que Roca proponga a sus adversarios que proclamen mi candidatura y que entonces se adherirá él. Si tal sucediera, ya tendríamos al mirlo blanco, un presidente por aclamación”.
Avellaneda contesta de inmediato. No puede arrancar una respuesta a Roca, pero cree que este debió haber contestado la misiva de Sarmiento en la forma directa en que estaba escrita. No lo hizo, pero eso es cosa de Roca, no de él. Además, se atreve a decir al autor de “Facundo” que “usted inspira la contradicción. Nada menos. Nada más. Cuando uno se encuentra con un hombre que se da la razón tan francamente y de un modo tan completo, al pobre oyente se le ocurre disentir para salvar su dignidad comprometida”…