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SOMBRERO DE COPA. Perteneció al fundador de la Universidad de Tucumán, doctor Juan B. Terán.-

Una “vocación manifiesta”, según Terán.


Juan B. Terán, en “La salud de la América Española” (1926), se planteaba el rumbo al que debían enderezar sus esfuerzos las nuevas generaciones de América. Opinaba que una “vocación manifiesta” del continente era “la universalidad”. A ese ideal de fraternidad debía tenderse. Es el que supera al nacionalismo, que separa a los pueblos por fronteras, y al socialismo, que los separa por clases.

Para Terán, los caminos de la fraternidad ya habían sido señalados por Sócrates. Consistían en “el ahondar en sí mismo, ser el artesano de la propia vida”. Para eso, no había que confiar en dones naturales, ni en otros “evangelios de perezosos, de jugadores, de iluminados”: la superioridad se alcanza “por un esfuerzo asiduo de concentración”. Es la fecundidad de “la labor solitaria y continua”.

Por ser el individuo la fuente de cultura y de progreso, había que abandonar dos arraigadas ilusiones de la América española: “el poder milagroso de la ley y la providencia del Estado”. Ambas ilusiones representan “la ambición de dispensarnos del esfuerzo personal: no hay más leyes valederas que las ordenadas por la armonía interna de los espíritus”.

Terminaba con un consejo personal: “No te entregues nunca sin reservas a las verdades de tu tiempo, sobre todo si es el tiempo de tu juventud”. El vaso de las ilusiones juveniles es frágil y hay que poner las manos “en la construcción de cosas perdurables”. Estas son “las que se han labrado oscura y prolijamente, con confianza, con simpatía”. Quien quiere “aciertos milagrosos” se engaña. Además, “habrá perdido la ocasión, irrecuperable una vez pasada la juventud, de gustar el gozo de comprender y de crear la vida que cambió, por la banal de ser un espectador a quien concluirá pronto por aburrir el espectáculo”.