Anécdotas distintas a las del “Facundo”
Como es sabido, en su “Facundo”, Domingo Faustino Sarmiento abundó en tremendas anécdotas sobre la estadía de Juan Facundo Quiroga en Tucumán, en 1831. Tenía, por cierto, el afán de demostrar el espíritu sanguinario que animaba al caudillo riojano. Pero el general Lucio V. Mansilla, en su tan interesante “Rozas”, arrima otras anécdotas, por demás diferentes. Cuenta que “el mismo día en que derrotó a La Madrid a las puertas de Tucumán, se presentó en casa de la esposa de éste, donde encontró a toda la familia llorando a gritos. Quiroga, dirigiéndose a la señora de la Madrid, le dijo: ‘No llore usted; no es el tigre como lo pintan. En la puerta de su casa hay un carruaje, una pequeña escolta y aquí está este dinero; váyase usted a encontrar a su marido, que derrotado huye en dirección a Salta. Cuando usted lo alcance, le dirá que así se debe tratar a las mujeres de los enemigos, que ellas no tienen la culpa de los caprichos de sus maridos”. Agrega que con esto último, Quiroga aludía a “los malos tratamientos con familias de su partido”.
Cuenta también que en Tucumán tenía prisionero al coronel Lorenzo Barcala, quien había comandado la artillería de La Madrid. Lo hizo venir Quiroga a su presencia, y le preguntó: “Coronel ¿que habría usted hecho sí me hubiera tomado prisionero?”. Barcala respondió: “Lo que mi jefe me hubiera ordenado”. Quiroga insistió: “¿Y si fusilarme?”. La respuesta de Barcala fue: “Lo habría ejecutado”. Oído esto, Quiroga le dijo: “Muy bien coronel, usted es todo un soldado; está usted en libertad. Mas no vaya a Mendoza, porque el Fraile (Aldao) lo fusilará”. Agrega Mansilla que “Barcala no siguió el consejo de Quiroga y el Fraile lo fusiló”.