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JULIO ARGENTINO ROCA. Aparece en primer plano. Detrás, Joaquín V. González, y en el extremo izquierdo, Bartolomé Mitre ya anciano.

Al abrir su biblioteca la Sociedad Sarmiento.


A mediados de 1883, el presidente de la Sociedad Sarmiento, don Emilio Carmona, escribió a su comprovinciano, el presidente de la República Julio Argentino Roca, informándole que la institución ya tenía una biblioteca. El 7 de agosto, Roca enviaba su respuesta.

Acusaba recibo de la carta donde le comunicaba, decía, que “la Sociedad Sarmiento acaba de inaugurar la primera biblioteca pública establecida en esa provincia”. Afirmaba que “me he impuesto del hecho con verdadera satisfacción, y creo cumplir un deber de justicia al presentar mis felicitaciones a usted y a la distinguida asociación que preside, porque el éxito ha coronado dignamente sus nobles esfuerzos en bien de la instrucción y la civilización de ese progresista y laborioso pueblo”.

Es probable que Carmona le hubiera pedido algún tipo de aporte oficial, porque Roca añadía que “muy agradable me será, por consiguiente, contribuir al adelanto de ese establecimiento; y con tal objeto tomo las medidas tendientes a que se le acuerde algún auxilio oficial y se le envíe todas las publicaciones costeadas o subvencionadas por este gobierno”. Además, Roca se disponía a realizar una contribución particular. Decía que “por lo que hace a mí particularmente, me ocupo en formar una colección de algunas obras que pronto tendré el gusto de enviar a usted, como mi ofrenda personal a la nueva biblioteca”.

Al año siguiente, la Sarmiento nombró “miembro honorario” de la entidad al general Bartolomé Mitre. Claro que éste no prometió remitir libros. Manifestó que aceptaba agradecido el nombramiento y los conceptos que lo habían rodeado, rogando al presidente que transmitiera sus palabras a los demás miembros de la sociedad. Les aseguraba “que haré por mi parte lo que me sea posible en bien y honor de ella”.