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PAUL GROUSSAC. Una fotografía tomada durante los años que pasó en nuestra ciudad.

Aquí “se hizo argentino””, afirmó Julio Noé.


Bien se sabe la importancia que tuvo Tucumán en la vida de Paul Groussac, quien vivió, enseñó y escribió en nuestra ciudad desde 1871 hasta 1883, con intervalos. Al cumplirse en 1948 el centenario de su nacimiento, se refirieron a su personalidad Jorge Lavalle Cobo, Ricardo Sáenz Hayes, Ángel Acuña, Emilio Ravignani y Julio Noé.

Este último afirmó que a Groussac “Tucumán le hizo argentino” y que “si malas fueron sus primeras impresiones de la entonces pequeña ciudad provinciana, ¡qué pronto le ganó esa ‘sensación de regocijo y conforte’ que le produjo ‘el contacto de la naturaleza tucumana y la acogida de sus gentes, dulce como una caricia, cordial ésta como una adopción!”.

Para comprobarlo, “están su novela ‘Fruto vedado’, su ensayo sobre el histórico Congreso de 1816, su estudio sobre Avellaneda, y muchas, muchísimas otras páginas perdidas en diarios de la época, que describen la que tal vez pudo llamar provincia de su nacimiento argentino. En ella transcurrieron los más dulces años de su vida; en ella sintió el encanto supremo de las criollas, con esas infinitas delicadezas del corazón a las que ningún hombres es insensible; en ella amó la que sería suya y perpetuaría su estirpe, y en ella estudió, enseñó y luchó”.

Precisamente por sentirse argentino “retornó, después de un breve viaje a Buenos Aires, al Tucumán de su ‘chifladura’, y dijo adiós para siempre a la carrera europea”. No era de extrañar, entonces, que, como el protagonista de “Fruto vedado”, se alegrara cuando, en 1883, partió a su tierra natal, pero que ya en París, se sintiera forastero. Ya Francia “no era la de su niñez y mocedad, sino esa patria ideal que también tenían por suya los mejores argentinos”.