La progresista intendencia de José Padilla.
En un erudito artículo de 1995, el historiador Ventura Murga expuso su investigación sobre los antecedentes de la electricidad en Tucumán. Como se sabe, en los tiempos remotos el alumbrado fue a vela; luego vino el de querosén y finalmente el servicio eléctrico, que arrancó en 1889.
A mediados del siglo XIX, ya existían los faroles a querosén a cargo de la Municipalidad y atendidos por el cuerpo de serenos. Hacia 1883, poseía la ciudad unos 400 faroles de este tipo, en total. Contratista del servicio era Jorge Paverini, a quien luego se agregó Alejandro Limonge. Los faroles se colgaban algunos de “fierros pescantes”, empotrados en las paredes, y otros eran emplazados sobre postes.
Durante la progresista intendencia de José Padilla, una ordenanza del 13 de noviembre de 1888 autorizó a contratar con Francisco Kullak “el servicio de alumbrado público a luz eléctrica en el centro de la ciudad”. Este “debía efectuarse con 17 focos de arco voltaico” y la energía salía de una usina instalada “en un punto céntrico de la ciudad”.
Un informe de 1895 señalaba que “en el año 1889 se alumbró parte de la ciudad por primera vez con luz eléctrica”, gracias a la empresa Kullak. Agregaba el informe que el contrato con éste fue “un ensayo, tanto por el reducido número de focos, como por su corta duración”. El servicio sería adjudicado también a la firma Cassels, Ovando y Compañía.
Ese año 1895, expresa Murga, “se produjo una gran novedad: la electricidad para las casas de familia”. La empresa de Casells se comprometió a instalar no menos de cien lámparas eléctricas de arco voltaico, con 1.500 bujías cada una. Data de 1898, la instalación subterránea de cables.