Aspecto de la casa de Colombres en 1940.
En 1940, en “La industria azucarera argentina. Pasado y presente”, Emilio J. Schleh describió el aspecto que la casa del obispo José Eusebio Colombres y su entorno presentaban entonces. Un año más tarde, el decreto nacional del 12 de agosto de 1941 la declaró monumento histórico nacional.
“Mide el edificio unos 25 metros de largo por 15 de alto”, informaba. “Las habitaciones del piso bajo son cuatro, siendo la primera de la derecha la que servía de oratorio. Al lado izquierdo está intacta la escalera de madera por la que se sube al piso alto, que consta también de 4 piezas como el bajo”. Al igual que el viejo Cabildo de la ciudad ya demolido, “consta de una galería con macizos arcos, el piso alto con la consabida baranda de hierro y la parte superior con la canaleta de desagüe de los techos”.
A la izquierda del caserón, “se conservan vestigios aún de un galpón de adobe” donde Colombres, tras el ensayo de los jesuitas, “fabricó por vez primera el azúcar de la caña en Tucumán, y también el aguardiente, las chancacas, las tabletas, la miel, el guarapo y el alfeñique”.
Añadía que ese galpón “fue trasladado, hace muchísimos años, al lado derecho de la casa”, y “se conserva actualmente medio destruido, amenazando ruina”. Allí se depositaban las mieles y “los fondos de hierro, grandes tinas de barro y bateones de madera”. Uno de estos últimos, de pacará, se conserva “medio destruido” y “fue de los primeros que sirvieron para colocar la templa después de hacer la miel, para que se enfriara y convirtiera en azúcar”. Enterrada frente a la casa y junto al pozo, se ve una de las ollas donde se cocían las mieles. Y “casi al frente del primer galpón, que ya no está, se ve claramente el punto donde estaban situados los dos trapiches de madera movidos por bueyes, que servían para la molienda”.