Tucumán visto por Juana Manuela Gorriti.
“En la deliciosa región que se extiende desde el confín boliviano hasta la línea patagónica, al centro de una comarca donde se hallan reunidas todas las bellezas de la creación, sobre la llanura surcada de cristalinas fuentes y perdida como el nido de un ave entre rosas y jazmines, álzase una ciudad de aspecto oriental”, escribía la célebre salteña Juana Manuela Gorriti (1818-1892) respecto de nuestra ciudad, en “La novia del muerto”.
“Sus blancas cúpulas se dibujan con primor sobre el verde oscuro de los bosques de naranjos que la circundan, cautivando las miradas del viajero que la contempla a lo lejos. Sus caminos son avenidas de flores; su aire es tibio y fragante; sus días, una irradiación de oro azul; sus noches serenas, con estrellas, pobladas de música y de amorosos cantares. Quien una vez la haya habitado no la olvida jamás; y si un día volviera a ella, aunque Dios hubiera quitado la luz en sus ojos, al aspirar su perfumada atmósfera exclamará: ¡Tucumán!”
La ciudad estaba “predestinada a grandes acontecimientos” y “su recinto ha sido el teatro de nuestras glorias y de nuestros infortunios. Allí el primer Congreso americano declaró nuestra independencia y allí comenzamos a llamarnos libres. Allí por vez primera dejamos el fundón del despotismo y por vez primera el valor americano postró a sus pies a los leones de Castilla. Allí la hidra de la guerra civil produjo los más terribles monstruos y los más nobles héroes. Allí el caudillo del vandalaje, el sanguinario Tigre de los Llanos, seguido de sus salvajes hordas, descendió un día de las agrestes cumbres de los Andes y cayendo de súbito sobre el ejército nacional adormecido en las delicias de aquella nueva Capua, hizo de él una inmensa hecatombe. Imagen del Edén, el Bien y el Mal aspirando a poseerla, sostienen allí perpetua lucha. ¿Cual triunfará?…”.