Recomendaciones de 1773 en “El lazarillo”.
En el célebre libro “Lazarillo de ciegos caminantes”, de 1773, su autor Concolorcorvo (seudónimo de Alonso Carrió de la Vandera) discurría largamente sobre el comercio realizado de ida y vuelta entre nuestra región y Buenos Aires, con tropas de carretas. Advertía que “los tucumanos son todos fletadores”. Consideraba que el viaje de ida y vuelta en esos vehículos, podía hacerse con comodidad si se observaban algunas precauciones.
Recomendaba cuidar “que se tolden bien las carretas y carretones para preservarse de las goteras”. Además, había que “mandar abrir dos ventanillas, una en frente de otra, a los costados, para la ventilación, y que caigan a la mitad del lecho”. Por esas aberturas, comentaba, “entra un aura tan agradable, que da motivo a despreciar la que se percibe debajo de los árboles, y refresca el agua notablemente”.
Otra recomendación. “Cuidado con las velas que se encienden de noche”, porque si su fuego prendía “el junco seco de que están entretejidas las carretas”, resultaba difícil apagarlo. Agregaba que “de este inminente riesgo están libres los carretones, y también tienen la ventaja de que no crían tantos avichuchos, principalmente en la provincia de Tucumán, que es cálida y húmeda”.
Advertía la necesidad de disponer de linternas, que “son precisas para entrar y salir de noche, así en las carretas como en los carretones, y también para manejarse fuera, en las noches oscuras y ventosas”. Para los casos de lluvia, “convenía llevar una carpita en forma de tijera, para que los criados puedan guisar cómodamente y no se les apague el fuego”. Y no había que descuidarse “con las velas, pajuela, eslabón y yesca, que los criados desperdician gratuitamente”.