Anécdota de Roca y Urquiza luego de Cepeda.
Como se sabe, el 23 de octubre de 1859, las fuerzas de la Confederación Argentina, al mando del general Justo José de Urquiza, se enfrentaron en la Cañada de Cepeda, cerca del Arroyo del Medio, con las del Estado de Buenos Aires, que iban a órdenes del general Bartolomé Mitre. Es sabido también que los porteños no pudieron resistir el embate de los confederados y fueron obligados a retirarse.
En esa acción, el tucumano Julio Argentino Roca, con grado de subteniente entonces, había tenido un excelente desempeño. En “Roca y su tiempo”, Augusto Marcó del Pont narra una anécdota ambientada en las horas posteriores a la batalla.
Roca estaba descansando en su carpa, cuando un asistente le avisó que Urquiza lo llamaba. Se calzó el uniforme a toda prisa. Tanta que, en el apuro, confundió la espada y se ciñó la que pertenecía a otro oficial, uno de sus compañeros de carpa. Llevado a presencia del general Urquiza, este lo trató muy cordialmente y, con una sonrisa, le preguntó de pronto: “¿Cuántas cabezas de porteños ha cortado, subteniente?” En el mismo tono, Roca le contestó que “varias”. Urquiza, siempre sonriendo, le dijo entonces: “Veamos la espada”.
Roca quiso desenvainar, pero la hoja estaba atascada y no salía. Nervioso, empezó tirar con fuerza de la empuñadura: “quería exhibirla orgullosamente como una prueba de que no era una espada mascota, como las de tantos generales”. Pero no pudo sacarla. Urquiza lo despidió con buen humor, no sin recomendarle que “tenga cuidado más adelante”.
Comenta Marcó del Pont que “el subteniente, antes de publicar que la espada era de su compañero, prefirió soportar callado la vergüenza…”.