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EDWARD ROSS. A la izquierda, con el viajero Harry Franck, en Salsahuaman. Detrás, un chico de ese pueblo peruano.

Dos días de conversación con Juan B. Terán.


Como se sabe, la Universidad de Tucumán (provincial hasta 1921) se inauguró el 25 de mayo de 1914. Pero desde tiempo atrás, su proyectista y primer rector, doctor Juan B. Terán, se prodigaba en planes y consultas sobre la nueva casa. En febrero de ese año, recibe en Tucumán al doctor Edward Ross, profesor de Sociología de la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos. Venía recomendado por Estanislao S. Zeballos, Vicente Quesada y otros intelectuales.

En su diario personal, Terán anota que ha conversado “dos días enteros”, con este catedrático, que es un personaje destacado y autor de libros. Ross “aprobó el concepto y plan de nuestra Universidad, y me aconsejó que la llevara fuera de la ciudad e hiciera el internado”. Le ha contado también “cosas interesantísimas” sobre su país. Entre otras, que el concepto norteamericano reinante es que “la función del Estado es una función exclusivamente docente. El gobierno no hace sino educar”.

Terán reflexiona sobre el diferente concepto argentino. Ningún norteamericano concibe que “una escuela pueda vivir en un local arrendado”, como ocurre aquí. Revela también “nuestra falta de fe en la educación”, el hecho de que los jóvenes “van a los colegios secundarios solamente cuando van a seguir una carrera”. En Estados Unidos, en una ciudad como Tucumán, de 1.000 alumnos en sus colegios, 200 van luego a la Universidad; 200 a otras carreras, y 600 se limitan a concluir el ciclo: han concurrido al colegio secundario “simplemente a aprender”.

Ross le ha hecho notar, además, que la Argentina cuenta con “gigantes intelectuales, como no hay en Estados Unidos”. Pero, en cambio, no existe aquí esa “masa instruida” que posee su país.