Molina dispuso la leyenda para su lápida
Son conocidos los datos biográficos del obispo José Agustín Molina, nacido en Tucumán en 1773 y fallecido aquí en 1838. Fue prosecretario del Congreso de 1816 y legislador, así como obispo de Camaco y luego de la diócesis de Salta (de la que dependía Tucumán) en sus últimos años. Además, compuso poesías religiosas y patrióticas. Querido y respetado por todos, fue gran amigo de próceres como Gregorio Aráoz de La Madrid, Juan Bautista Alberdi y Marco Avellaneda.
Dejó escrita la leyenda para su epitafio: “¡Una oración, una lágrima!/ Tal es el ruego que dirige desde el fondo de este sepulcro/ a los que se acerquen a mirarlo/ el que yace en él/ José Agn. Molina/ clérigo presbítero”. Agregaba: “Desearía además de esto que sobre la cubierta de mi tumba se esculpiera un niñito Jesús y debajo esta inscripción: Spes mea”. La disposición se cumplió, con algunos cambios.
Juan M. Garro narra que, al reedificarse el templo de San Francisco, los restos de Molina fueron colocados, como están hoy, al pie del altar mayor, mientras “el corazón se guardó separado, en una urna debajo del púlpito”. No sabemos si se conserva pero, en la tumba, siglos de pisadas han borrado totalmente las letras del mármol. Sólo se divisa actualmente el relieve del Niño Dios y las palabras “Spes Mea”, que significaban “Esperanza mía”, en latín.
Según Garro, la leyenda expresaba: “Aquí yace el ilustrísimo señor Obispo de Camaco y Vicario Apostólico de esta Diócesis de Salta, doctor don José Agustín Molina y Villafañe, quien desde el fondo de este sepulcro sólo pide una oración y una lágrima a quienes se acerquen a mirarlo. ¿Y cómo podrán negarse al que fue honor del sacerdocio, consuelo de los afligidos y gloria de Tucumán, su amada patria?”. Más abajo, se leía: “Dedicado por su sobrino don Tomás Ugarte”.