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Reflexión de Juan Heller en el Centenario.


En 1910, el doctor Juan Heller (1883-1950) se refirió, en “El Orden”, al fervor por erigir estatuas de próceres que se había desatado en Buenos Aires con motivo del Centenario. El distinguido jurisconsulto y humanista tucumano opinaba que “una estatua nada indica si no habla a la multitud, ni provoca sus virtudes, ni sugiere sus reflexiones: si no ejerce sobre el vulgo un imperio educativo”, decía.

“Todos los miembros de la Primera Junta tendrán su efigie: en avenidas y plazas se erguirán severos personajes de bronce, de gesto retórico, ademán elocuente o en actitud de hondo recogimiento mental”. Pero “las siluetas elegantes y graves no dirán a las generaciones venideras y olvidadizas que éste repartió escarapelas en la plaza, que aquel hizo discursos, que el de más allá encabezó un motín, sino que todos simbolizan ideas y doctrinas en una actitud incomprensible para el alma ideativa”.

Así, “la halagada vanidad local verá en cada silueta al revolucionario brillante, al héroe invicto, al precursores insigne: se continuará fingiendo la historia, y la escolta de esta libertad tan deseada irá multiplicando su estirpe sin que uno solo, de entre tantos simulacros de fama, encarne el anhelo múltiple, y más que todo nacional, de esta patria porfíada en su grandeza”.

Reflexionaba: “¿Qué son para nosotros y qué representan Beruti, French, Azcuénaga, Rodríguez Peña? ¿Qué faz de sus vidas escogería el artista que suscitar al mismo tiempo la inspiración necesaria para concordarla con la de un principio universal? Héroes menores de la epopeya argentina, como sumergidos en la onda poderosa de los acontecimientos que ellos mismos provocaron, y apenas sí se han salvado del tiempo y del olvido su nombre y enseñanza que, ante la indiferencia ciudadana del mañana, parecerán más tristes bajo el amparo de esas frondas que melancolizan a todas las estatuas”…