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UN GRAN SOMBRERO. Muñeco confeccionado en Chile, que representa al “duende” con su atributo más conocido

Cuenta Exequiel Díaz en “Tucumán entre dos siglos”, su libro de 1973, que entre las fantasía populares que escuchó en …


Cuenta Exequiel Díaz en “Tucumán entre dos siglos”, su libro de 1973, que entre las fantasía populares que escuchó en su niñez, estaba la “El duende”. En una casa a media cuadra de La Madrid y Jujuy, ocurrían cosas extrañas después del anochecer. “Desaparecían los fósforos, iban en su búsqueda y al regresar, velas y lámparas no estaban ya en su sitio; cuando se disponían a descansar, volaban las frazadas y todas las cosas que se hallaban en mesas y veladores; llovían piedras y botellas vacías en el techo de la habitación. Lo curioso era que, a la mañana siguiente, otra vez todo estaba en su lugar”.

Para la abuela de Díaz, se trataba de meras “travesuras del duende”. Se le atribuían muchas cosas. Por ejemplo, cuando las mujeres oraban arrodilladas en la Iglesia, al incorporarse todas sus polleras aparecían prendidas con alfileres. Se decía que, en el cerro, las crines de los animales aparecían enredadas, de la noche a la mañana, de tal modo que resultaba imposible deshacerlas.

Aunque algunas versiones “lo señalaban como un ser bondadoso y aprensivo a toda manifestación deshonesta, añadían que empleaba también el tiempo ensuciando las aguas potables con basura y material maloliente en pozos, acequias y arroyos cercanos a las casas”. Se decía que era pequeño y que usaba siempre un sombrero de alas anchas.

Según los entendidos, si se intuía la proximidad del duende, “debían hacerse demostraciones reñidas con la moral y las buenas costumbres: desnudarse, por ejemplo, en lugares por donde se creía que pasaba, o bien simular que se ingería carne de algún animal muerto”, etcétera.