Robert Hat marcaba defectos de la ciudad.
En 1884, el editor Roberto Hat dio a luz el “Almanaque-Guía de Tucumán para 1884”. El tomo, impreso en Buenos Aires y con el ilustraciones a pluma, nombraba entre sus colaboradores a periodistas de Tucumán, como Emilio Carmona, Pedro Márquez, Santiago Vallejo, Miguel J. Luna y Román M. Cañaveras.
Con su firma, Hat describía rápidamente la ciudad, con sus edificios principales. Le hacía alabanzas, pero también apuntaba francos reparos. Decía que en el Hotel Colón, en la plaza Independencia, “no hay que descuidarse ni hacerse ilusiones, pues éste, como los demás hoteles de Tucumán, no está a la altura de los más inferiores de Córdoba y Rosario. No hay comodidades, ni buena comida, ni baños ni cosa alguna que pueda ser útil a los viajeros. Esto es verdaderamente vergonzoso. Actualmente, los pasajeros se hospedan en la casa amueblada de Mr. Saint-Paul o en el café de Europa, únicos puntos donde se pueden pasar unos cuantos días con alguna comodidad”.
Ningún carruaje respetaba la tarifa municipal, por lo que “no hay más remedio que tratar claramente antes de embarcarse en los coches”. No había casas de baños en Tucumán, subrayaba: “los del río Salí están al aire libre y el agua no da al tobillo”. Además, enumeraba: “No hay fábrica de hielo, aviso a los especuladores. No hay fábricas de confites, aviso a los industriales. No hay quién tenga buenos habanos, ni quien venda ricos vinos. Los viajeros no deben dejarse clavar: el queso de Tafí y el vino Cafayate son ‘rara avis’; es necesario conocer a los productores para tener seguridad de que adquieren legítimas producciones. ¡No se halla dónde toman un ‘lunch’! ¿No habrá por ahí quién venga a establecer un ‘lunch room’?”. Terminaba. “Es Tucumán muy bello, muy rico, muy industrial, muy progresista, pero también es exacto que aún es muy criollo”.