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JOSÉ MARÍA NOUGUÉS. En su conversación destellaban innumerables anécdotas.

Altas responsabilidades con trato llano y cordial


Hace dos meses -el 19 de enero- José María Nougués había cumplido 84 años. Se sabía que le flaqueaba la salud, pero eso no era demasiado perceptible hasta pocas semanas antes de su muerte. Conversaba y se reía en las mesas nocturnas de sus innumerables amigos, en el bar Las Palmas. Mesas de afuera, claro, como correspondía a un inveterado fumador. Tenía una charla muy entretenida, donde destellaban innumerables anécdotas. Iban desde su trato con el “Che” Guevara jovencito en La Paz, en 1953, hasta la sabrosa cocina interna de la industria azucarera, que conocía como nadie. Eso junto con retratos, certeros pero piadosos, de tantos personajes importantes de la economía nacional que había tratado en reuniones y en viajes.

Era hijo del célebre político Isaías Nougués y de doña María Sofía López Mañán. En la UNT se graduó de contador público nacional, profesión que ejerció con éxito varios años: fue presidente del Colegio de Graduados de Ciencias Económicas. Luego, lo fueron atrapando otros rumbos. Sobre todo la industria madre. Miembro del directorio del Centro Azucarero Argentino y del de varios ingenios, fue delegado ante Geplacea, la Organización Internacional del Azúcar. También presidió la Cámara de Comercio Exterior y la Estación Experimental. De 1968 a 1969 fue ministro de Economía de la Provincia. Su última función fue la de vice segundo del ex Banco de la Provincia de Tucumán. En los años mozos, había sido un excelente jugador de Tucumán Rugby Club y un diestro tenista.

Su trato tenía el encanto de una llaneza que nunca abandonó, aún para tratar los temas más serios. Gozaba con fervor de las cosas buenas de la vida. Un don especial para la amistad y el buen humor, eran notas distintivas de su carácter. Las imprimió al hogar –con cinco hijos y varios nietos- que formó con doña María Marta Artigas, de quien enviudó en 2016. La muerte de José María Nougués esfuma una figura alta, apuesta, distinguida y cordial, que despertaba en esta ciudad muchos y bien justificados afectos.