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LUIS F. NOUGUÉS. Había que “volver agradable” la vida en la ciudad y en el interior.

Nougués deploraba unas carencias tucumanas


En su mensaje de apertura de sesiones de la Legislatura Provincial, el 10 de setiembre de 1906, el gobernador Luis F. Nougués deploraba que se careciera, en nuestra ciudad capital y en la campaña, de “edificios públicos u obras de arte que contribuyan eficazmente a su embellecimiento: como si el trabajo de nuestros habitantes estuviera reñido con el buen gusto”.

Le parecía necesario “reaccionar y hacer, aunque fuera un sacrificio, para volver agradable la vida en nuestra provincia con obras que, al mismo tiempo que higienicen, recreen nuestro espíritu. Sería resolver un doble problema, económico y social, porque no solamente no emigrará la fortuna y se atraerá al turismo para disfrutar nuestros inviernos, sino que se proporcionará a las clases menos pudientes los atractivos que tienen otras ciudades”.

Al recorrer la provincia, lo enorgullecía la laboriosidad de los habitantes. Pero le llamaba la atención “el atraso de sus poblaciones, que no cuentan, no ya con una obra de arte, pero ni siquiera con un paseo o un buen local para escuela. Tienen instaladas sus autoridades, en su mayor parte, en edificios mezquinos, que rebajan la dignidad del funcionario y hablan muy mal de la cultura de nuestro pueblo”.

No era raro este caso en la campaña, si se pensaba que la ciudad, “que por su comercio es la tercera de la República, no tiene más que dos edificios públicos modernos y apropiados, ni, fuera de su plaza, tiene un sitio que permita a sus habitantes dirigir sus paseos para solaz del espíritu y que procure justo descanso a sus fatigas”. Los turistas pasaban de largo a Rosario de la Frontera, porque no encontraban “un albergue confortable” en Tucumán.