Tucumano que peleó a órdenes de La Madrid.
Entre los comprovincianos que siguen aguardando que se los recuerde en el nombre de alguna calle, está el teniente coronel Silverio Sardina. Poco se sabe de su biografía personal, pero consta en su legajo que era nacido en San Miguel de Tucumán y que se enroló muy joven en la milicia. Al organizarse la Liga del Norte contra Rosas, en 1840, formó en sus ejércitos, a órdenes de los generales Gregorio Aráoz de La Madrid y Juan Lavalle.
Se batió en la derrota de Quebracho Herrado y marchó luego con La Madrid a la campaña de Cuyo. En la batalla de Angaco, recordaría Domingo Faustino Sarmiento que Sardina, “entre otros hechos gloriosos”, en esa acción se destacó “cargando lanza en ristre al general Acha, su propio jefe, que amenazaba envolverlo con su escuadrón desorganizado”. Meses más tarde, participó en la batalla de Rodeo del Medio, donde las fuerzas de La Madrid fueron destrozadas y debieron cruzar la Cordillera para refugiarse en Chile.
Estaba Sardina al mando de la segunda columna, en esa azarosa travesía. En sus “Memorias”, La Madrid lo califica de “benemérito”, por la inteligente y valerosa actitud con la que se manejó durante el trayecto. Lo mismo hace otro testigo, Benjamin Villafañe, en sus “Reminiscencias”.
Llegados a Chile, se trasladó Sardina a Antofagasta. Informa el historiador Jacinto Yaben que desde allí escribió, el 11 de febrero de 1842, a La Madrid, “informándole de los pasos que daba, e invitando a los coroneles Peñaloza, Yanzón, Aparicio y Torres para emprender una nueva invasión sobre las provincias de Cuyo o La Rioja”. Dos meses más tarde, Sardina acompañó a Peñaloza en su malograda incursión sobre Tucumán. Lo animó luego el propósito de hacer guerra de partidas contra los rosistas. Consigna Yaben que el teniente coronel Silverio Sardina “murió combatiendo contra el general Benavídez, a mediados de 1842”, en su ciudad natal.