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LA VIEJA ESCUELA NORMAL. Una témpera de Juan M. Belcuore, ejecutada en base a una antigua fotografía.

Juicios de un ex alumno, publicados en 1893.


Dieciocho años después de la fundación de la Escuela Normal de Tucumán, publicó “El Orden” (noviembre de 1893) la serie de notas “Recuerdos de la Escuela”, firmada por “Un ex alumno normal”. Tiene no poco interés, porque contenía elogios y críticas. Subrayaba que la casa era “de origen ilustre” y que algunos de sus directores fueron “hombres de saber y de verdadera reputación científica”.

El primer director, George W. Stearns, “trajo la pedagogía norteamericana con todos sus adelantos, inaplicables muchos de ellos a nuestra raza y a nuestra civilización.” Y Paul Groussac “infundió la pasión del estudio de que estaba poseído, en pleno desarrollo de su vigor intelectual. El primero hizo una verdad práctica de la escuela mixta, y el último sobrepasó sus enseñanzas hasta obtener un resultado negativo como profesor, puesto que ninguno de sus discípulos es pedagogo en el lenguaje del magisterio educacional”. En lo que Groussac era realmente “sabio”, era en las Matemáticas. Las “exponía desde sus rudimentos con una envidiable claridad y con palabras de entero convencimiento. No había alumno que no aprendiera de él y que se acomodara a sus modos de enseñanza”

Agregaba que, entre los dos modelos que encarnaron Stearns y Groussac, resaltan “los maestros preparados y conscientes, Delfín Jijena a la cabeza, cuyas Matemáticas yacen muertas hoy en las Clases de Aplicación, sin aquel espíritu que él les infundía como traductor del Álgebra, texto mejor acomodado a las modalidades de la escuela del país. Y con Jijena se recuerda a Aymerich, el tipo del trabajador paciente y tenaz; Vidal, Castro Feijóo, Liberani, los Ponssa, y en los últimos tiempos, Ríos y Calero de Borbón, el español más culto que haya pisado las aulas de la en otros tiempos renombrada Escuela Normal”.