“Las jerarquías del ser y la eternidad”.
En 1943, apareció la obra capital del filósofo tucumano Alberto Rougés, “Las jerarquías del ser y la eternidad”. Su amigo Ernesto Padilla le escribió (4 de diciembre 1944) que le daban gran placer “los testimonios calificados que certifican la excelencia de tus ‘Jerarquías’. Me saben a gloria pura, merecida por tu consagración de asceta, con el pensamiento consagrado al estudio y el alma entregada a lo bueno y a lo grande que nuestro país espera del concurso de sus buenos hijos. Más contento recibo, al percibir que en todo tu recorrido ha estado y queda encendida la llama de nuestra fe cristiana, fortaleciendo la fuerte convicción que has formado con todo lo que atesoraste”.
Confesaba que “sintiéndome debajo del alcance de tus estudios, no he renunciado a mi empeño de conocer bien el libro: lo tengo cerca de mí, y ocurro en cualquier momento a sus páginas, para intentar penetrarlas. Y compruebo el prodigio de que no me canso en la empresa, permaneciendo alrededor de algún párrafo todo el tiempo que me reclama su comprensión”.
Consideraba, le decía, que “tienes motivos para estar satisfecho de tu obra”. Le recomendaba mostrarse “filósofo en la realidad de la vida y no solamente en el estudio”, porque “bien conoces el medio provinciano en que estás y tienes archimedidas las dimensiones que limitan el ambiente. Lógicamente, debo descontar que sabes vivir en elevación espiritual, sin sentir la molestia de las sabandijas”. Con esto, también aludía “a lo que sientes pasar alrededor de la cátedra. Nadie como vos conoce a nuestra Universidad por dentro. ¿Qué te puede sorprender que aparezcan planes e innovaciones inesperadas? Para época difícil como la que alcanzamos, hay que limitar la conformidad al momento que pasamos, cuidando que esté próxima mejor perspectiva, que dará satisfacción a las mejores esperanzas”.