Tucumán es el corazón del país, dijo Terán.
“Tucumán” se titulaba uno de los últimos trabajos de Juan B. Terán, en 1937. Destacaba que la personalidad continental de su provincia se expresó en la batalla del 24 de septiembre de 1812 y en la declaración de la Independencia, hechos ambos que tuvieron clara “trascendencia americana”.
Como fue por dos años el cuartel general del ejército de Belgrano, eso “la impregnó de vocación por la causa naciente de la nacionalidad”. Recordaba que “se unió a la causa que Rivadavia sostuvo y sufrió por sostener su vida efímera. Fue el baluarte contra Quiroga y dos veces su víctima. Estuvo sola con Paz en su lucha con los caudillos. Buscó con Marco Avellaneda dar alcance nacional a la guerra contra Rosas, haciendo la Coalición del Norte”.
Aquellas “grandes luchas que fraguaron la unidad del país, no se definían si no se sellaban en tierra de Tucumán. Solamente después de la batalla de La Ciudadela, en 1831, podía considerarse vencida la revolución de Lavalle de 1828. Solamente después de Famaillá, en 1841, pudo tenerse Rosas por vencedor y amo de la república. Antes de Pavón, estuvo con Mitre. Para gobernar por primera vez la nación unificada, Mitre se asoció a un tucumano, Marcos Paz”.
Finalmente “fue un tucumano, en época de pasiones bravías, quien completó la unificación del país, imponiendo como Capital política a su Capital histórica”. Con ese acto, Nicolás Avellaneda traducía “una inspiración secular de su tierra, que había sido el puente de dos civilizaciones durante la colonia, que había alzado la causa de la fraternidad por encima de los antagonismos provinciales y albergado, en su seno propicLio, la cuna de la nación”. Terminaba: “Así comprendemos el sentido de la figura poética que dice, de Tucumán, que tiene la forma de un corazón y ocupa su puesto en la imagen de nuestro país”.