Una crítica a la metodología usada en 1901
En 1901, en el artículo “La enseñanza de la Aritmética”, el veterano maestro José R. Fierro deploraba los defectos pedagógicos en el rubro. Sostenía que “tiempo y paciencia y práctica perseverante” eran imprescindibles para dictar esa asignatura. “No es posible que se aprenda a computar y razonar en unos pocos meses y con sólo cuatro o cinco lecciones semanales”, decía. “Se enseña mucho y se práctica muy poco”, y por eso los alumnos comprenden bien lo que se les explica, “pero olvidan en seguida lo que han aprendido”.
Recordaba que, como todas las ciencias, la Aritmética estaba “sujeta a la ley del progreso, y si no adelantamos es porque los errores persisten”. Se seguía enseñando por el texto español de Rubio y Díaz, que en 30 años no había sufrido variaciones. Desde que se adoptó el sistema métrico decimal en la Argentina comenzó la abolición de las pesas, monedas y medidas antiguas. “Ya nadie paga con reales, ni compra por libras, ni por arrobas, ni por almudes”. Pero en muchas escuelas “todavía estamos con arrobas de 25 libras, pesos de 8 reales y otras ridiculeces”.
Al instalarse en Tucumán el agua corriente, los escolares oían hablar de “líneas y pulgadas”, y los curiosos “tuvieron que hacerse explicar con los trabajadores las equivalencias de esas medidas”. Lo mismo sucede a los dependientes de tiendas “cuando tienen que reducir yardas a metros, y a muchas personas cuando oyen hablar de millas, de marcos, de galones, etcétera”. Afirmaba que “el carácter particular de la enseñanza de la Aritmética ha sido siempre deductivo y demostrativo por excelencia”. Era preciso enseñar bien para lograr resultados. La Aritmética era clave, porque “ejercita la razón de una manera constante, y por este ramo se puede pulsar con exactitud la capacidad de los educadores”.