Recomendaciones del tucumano José Posse.
En 1867-68 azotó a Buenos Aires y a otras zonas del país una epidemia de cólera. Entre los muchos que murieron por su causa estuvo el entonces vicepresidente de la República, el tucumano Marcos Paz. Pero el cólera no llegó a Tucumán. Lo haría recién dos décadas más tarde y con resultados devastadores.
El político y periodista tucumano José Posse, desde San Urbano (Santa Fe), escribía a Gaspar Taboada el 23 de enero de 1868. Le recomendaba que tomasen precauciones contra el cólera en Santiago del Estero. Instaba a que “sean infatigables y vigilen principalmente a los viajeros de las diligencias y los de a caballo, que procedan de puntos infectados”. Afirmaba que “la opinión que antes le di sobre esto, de que el hombre es el que transmite y propaga la epidemia, la verá usted confirmada por las decisiones del Congreso internacional europeo, compuesto de más de 500 médicos, que se ha reunido últimamente en París, cuyos principales artículos se los incluyó en copia. Léalos con detención y obre en ese sentido”.
Agregaba que, sí acaso “el cólera desgraciadamente invadiese esa provincia, los remedios que mejor han probado en Buenos Aires son el panquimagogo o sea Le Roy, el vomitivo principalmente, y el anticolérico de Raspail. Dios no permita que se vean en el caso de tener necesidad de usarlos. Sería conveniente que hagan saber esto por el periódico, para que les sirva a los habitantes de la campaña”.
Cartas de Rosario le informaban que le epidemia disminuía en Santa Fe, en Buenos Aires y en Córdoba. Pero temía que, con la aglomeración de fuerzas militares en Rosario, por la intervención armada del gobierno nacional dispuesta para reponer a Nicasio Oroño, “vuelva la peste a reaparecer”.