Por el entusiasmo de quienes lo aclamaban
La última batalla del tucumano Gregorio Aráoz de La Madrid fue la de Caseros, el 3 de febrero de 1852, cuando el “Ejército Grande” del general Justo José de Urquiza se enfrentó victoriosamente con el de Juan Manuel de Rosas. El vencedor había confiado a La Madrid el mando del ala derecha de su fuerza. Apunta el general César Díaz que, a pesar de sus “60 años cumplidos”, La Madrid “en todas las ocasiones de peligro solicitaba para su división el puesto más avanzado, y sufría terriblemente en su espíritu belicoso, cuando el orden del servicio o las intenciones del general en jefe hacían indispensable posponerle a cualquier otro”.
El gran desfile de los vencedores se desarrolló el 19 de febrero, en la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo). Lo presidían Urquiza y su plana mayor, desde una amplia gradería, contigua al arco triunfal por debajo del que pasaban los soldados. La inmensa multitud dificultaba el paso a las distintas divisiones, aclamando con entusiasmo especialmente a “las de caballería de La Madrid, Medina, Galarza, Ávalos, Urdinarrain y López”.
Se destacó la ovación a La Madrid. Una nota conmemorativa de José M. Espora narra que los vítores al tucumano derivaron en una tensa situación. “Asaltado el general en medio de la columna por una multitud de gente, en el acto en que fue reconocido, se vio sobremanera embarazado para aceptar sin riesgo los homenajes de aprecio que todos le tributaban”, escribe Espora. “Durante algunos minutos, los abrazos y los cumplimientos no cesaron, y entretanto el grupo que rodeaba fue aumentándose, y por consecuencia la presión creciendo”. Tanto que “al fin, el animal que cabalgaba, inquieto al verse tan extrañamente comprimido, hizo un repentino y violento salto, con el que casi lo arrojó en tierra”.