Juan B. Terán les adjudicaba gran importancia.
Juan B. Terán (1880-1938) daba gran importancia a los libros de los viajeros que recorrieron la Argentina en siglo XIX. Cuando era rector de la Universidad de Tucumán por él fundada, lo preocupó hacer traducir y publicar varios textos de ese tipo: los del capitán Joseph Andrews, de Paolo Mantegazza, de Germán Burmeister, de Antonio King y de Edmundo Temple. No editó los libros enteros, sino capítulos relativos a Tucumán y el noroeste.
En el prólogo del de Temple (páginas seleccionadas con el título “Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy en 1826”), decía que “el testimonio de estos viajeros extranjeros, que visitaban el país y luego se alejaban para siempre, tiene las mayores garantías de exactitud y sinceridad”.
En efecto, comentaba, “¡cuán lejos estamos de las proclamas, de los manifiestos, de los mensajes que calientan la cabeza y nos dejan a oscuras sobre el espectáculo de la vida social!”. Reflexionaba que, “si hoy los papeles oficiales distan tanto de reflejar la vida, qué diremos de ese pasado de pasiones oscuras y bárbaras, de total ignorancia y superstición. El conocimiento, pues, del pasado; lo que eran los hombres, sus sentimientos y costumbres, no tiene fuente semejante a esta, formada por lo que cuentan los viajeros”.
En el caso de Temple, comentaba que “si no nos interesan en alto grado sus impresiones de naturaleza, y no es minuciosa su descripción de costumbres, están recogidos incidentes y detalles, expresiones de hombres, aldeas y caminos”. Destacaba sus “lindas pinceladas” sobre personajes, así como “algunos rasgos sugerentes y que valen por un juicio”. Además, hay una “miga filosófica que se gusta leyéndolo”. Por ejemplo, cuando dice que todo viaje “tiene grandes ventajas: da placer y provecho, agranda la perspectiva y proporciona amigos”. En suma, “ha resultado importante justamente porque, no buscando serlo, fue simplemente sincero”.