Rogativas del vecindario tucumano en 1687
En 1687, o sea dos años después de trasladada la ciudad de San Miguel de Tucumán, desde el paraje de Ibatín hasta el lugar que actualmente ocupa, los miembros del Cabildo resolvieron elevar rogativas a la Providencia, para que se calmaran las furias del clima.
En la reunión efectuada el 14 de febrero se tuvo en cuenta que “parece que está infestada esta ciudad con continuos rayos y tempestades”, por lo que era necesario “buscar el patrocinio de los Santos, para que intercedan con Nuestro Señor”, de modo que se sirva “ampararnos y librarnos de semejantes tormentas”. El Provisor y Vicario General les había “insinuado que elijamos y juremos por patrona y abogada a la gloriosa Santa Bárbara y al Señor San Jerónimo”. Se acordó tomar medidas a este respecto.
Meses después, el 1 de octubre y de acuerdo al acta de la sesión, en el Cabildo se expresó que “el año próximo pasado y algunos años antecedentes, se ha experimentado que, en tiempo de las aguas, se fraguan algunos huracanes, armando torbellinos de truenos, relámpagos y rayos”. Ante tales fenómenos “temiendo como tememos la ira y castigos de nuestro Señor Jesucristo por los deméritos de esta república”, y para lograr que “cese su Divina Majestad de afligirnos”, se disponía que los vecinos “rueguen, supliquen e intercedan al gloriosísimo y bienaventurado Doctor Máximo San Gerónimo y la gloriosísima y bienaventurada virgen y mártir Santa Bárbara”.
Así, el día de San Gerónimo se le cantaría “una misa en la iglesia parroquial con toda la asistencia y decencia posible”, pagándosele al cura rector “la limosna acostumbrada por la misa que se cantare”.