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DALMACIO VÉLEZ SARSFIELD.”Los vínculos no están rotos, si nos reunimos todos para enterrar a nuestros grandes muertos”.

De Avellaneda al despedir a Vélez Sarsfield.


El 31 de marzo de 1875, le tocó al flamante presidente Nicolás Avellaneda despedir los restos del doctor Dalmacio Vélez Sarsfield. Fue una elocuente pieza oratoria, en la que el tucumano afirmó que “no hay quizá entre nosotros ejemplo de una vida pública igualmente activa, tan fecunda, tan perseverante”. Era Vélez, dijo, “el obrero infatigable cargado de trabajos y de años, que viene por fin a pedir su reposo. Su vasta inteligencia, su organización poderosa, su patriotismo ardiente, sólo podían desfallecer en la muerte”.

Expresaba que “el doctor Vélez murió anoche y la triste nueva no fue conocida sino después de pocas horas. No he podido así recogerme dentro de mí mismo, para buscar palabras dignas de pronunciarse en presencia de su tumba”.

A pesar de eso, añadía, “la gratitud nacional debía tener un intérprete en esta ocasión, e inclinándome con respeto profundo, dejo caer de mis manos, sobre los restos mortales del doctor Vélez Sarsfield, el puñado de polvo que separa por la eternidad a los muertos de los vivos”. Pero hablaba Avellaneda en momentos difíciles, a cinco meses de haber sofocado la rebelión porteñista de octubre de 1874. Por eso, el tramo final deslizaba un mensaje de concordia.

“Doctor Vélez Sarsfield, descansa en paz. Los últimos días que habéis presenciado han sido agitados y turbulentos. Pero esta es, señor, siempre vuestra patria. Lo que irrita, lo que enemista, lo que divide, debe ser efímero y transitorio, puesto que las grandes tradiciones que se apoyan sobre las tumbas de Rivadavia, de Lavalle, de Alsina, vienen igualmente a levantar la vuestra. Señor: los vínculos no están aún rotos, puesto que sabemos todavía reunirnos todos, para enterrar con honor a nuestros grandes muertos”.