En 1874, Jorge Hieronymus (1845-1921) editó sus “Observaciones sobre la vegetación de la provincia de Tucumán”. Al final, el gran …
En 1874, Jorge Hieronymus (1845-1921) editó sus “Observaciones sobre la vegetación de la provincia de Tucumán”. Al final, el gran botánico alemán, desde una de las más altas cumbres, veía en el horizonte “inmensas llanuras de color claro, ocupadas por las pampas tucumanas; isletas pequeñas y lonjas angostas de color oscuro las interrumpen y las limitan; son bosques que pertenecen a la formación transitoria de los espinares en las verdaderas selvas subtropicales”, escribía.
Al oeste, “se dilatan los ríos mayores que cruzan estas llanuras como hilos de plata; se juntan las lonjas con las verdaderas selvas subtrópicas que rodean el pie de la sierra”. Interpuestas con las aglomeraciones de ellas, en ciertos puntos, “interrumpiendo las lonjas de bosques a la orilla de los ríos, se ven planicies de mayor o menor extensión, cubiertas de prados. En ellas se marcan principalmente los sitios solariegos y los parajes cultivados; la capital misma de la provincia levanta sus torres, almenas y pináculos de las iglesias, y los techos y chimeneas de establecimientos de industria en medio de prados”.
Las sierras bajas, limitando llanuras, “tienen cumbres libres de árboles y cubiertas de vegetación pampal, mientras que las selvas altas las rodean todavía en sus faldas y en sus valles. Acá y allá relumbran retazos verdes de prados de los mismos fondos de estos últimos”. En las cumbres de las prolongaciones del cerro, veía “las praderas lujosas, encuadradas por las lonjas de los bosques oscuros de los Alisos”. Y en las pendientes de la cumbre, “los troncos aislados del bosque ralo de las Queñuas” de los que los separaban “peñas de rápido declive, o campos descendentes y pedregosos, o cubiertos con el paño funeral de la nieve eterna”.