En toda enseñanza superior, según Jacques
Liga a Amadeo Jacques (1813-1865) con Tucumán, su magisterio (1858-62) en el Colegio San Miguel. En 1848, en Francia, sostenía que en la enseñanza superior la Filosofía debía “desarrollarse, profundizarse y extenderse”. En ese momento, “su lugar es apenas suficientemente extenso en el orden de las letras, nulo en el orden de las ciencias, y nulo también en las facultades de Medicina y de Derecho. Y sin embargo, entre la Filosofía y las ciencias, ¡cuántas afinidades! ¡Cuántos servicios mutuos podrían prestarse viviendo juntas!”.
Pensaba que “la enseñanza científica ganaría con ello en altura; la enseñanza filosófica perdería lo que, a fuerza de generalidad, tiene de nebulosa, de vaga y de vacía. Nos quejamos con razón de que los médicos no son suficientemente filósofos o de que lo son a tontas y a locas; se reprocha a los filósofos agitar en el aire sistemas de pensamiento sin conocer el cerebro, que es su órgano. Aliad, en la enseñanza, la Filosofía y la Medicina, y nos prepararéis, con el restablecimiento de la concordia, una ciencia más verdadera de las relaciones de la Física y de la Moral. Habría quizás menos sutilezas en la chicana y más simplicidad en nuestras leyes civiles, si nuestros jurisconsultos estuvieran nutridos de un poco de Filosofía”.
A la Filosofía, en sus escuelas, el Estado no debía imponerle “otra regla que el respeto a la justicia, la honestidad, la razón y el buen sentido, reglas a las que él mismo, con todo el mundo, se somete. Proclamar que la Justicia es sagrada, y que negarla es tan criminal como violarla; que el buen sentido es indispensable, y que quien lo ultraje es un loco, indigno de las funciones públicas ¿es acaso instituir una filosofía de Estado? La Justicia implica a Dios y al libre arbitrio. ¿Qué otra cosa, fuera de eso, es necesaria?”