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JOSÉ DE SAN MARTÍN. Un óleo de Daniel Hernández lo representa durante su etapa de Protector del Perú.

Poco antes de morir, evocaba nuestro paisaje.


Un mes antes de morir, el general José de San Martín, en la conversación, evocaba a Tucumán, donde había permanecido unos pocos meses en 1814, como jefe del Ejército del Norte. Es oportuno recordarlo hoy, día en que se cumplen 167 años de su partida. Como es sabido, ella acaeció el 17 de agosto de 1850, en la localidad francesa de Boulogne-Sur-Mer, donde residía desde dos años atrás. Félix Frías tuvo el privilegio de frecuentar al Libertador en los últimos meses de su existencia.

Narra Frías que, en julio de 1850, estuvieron juntos en Enghien, sitio al que San Martín pasó unos días para bañarse en las aguas termales, por recomendación de su médico. “Su inteligencia superior no había declinado”, escribió Frías. Recordaba que el Libertador “hablaba con entusiasmo de la prodigiosa naturaleza de Tucumán y de las otras provincias argentinas”. La referencia muestra la impresión que nuestro paisaje le produjo, tan intensa que perduraba medio siglo después.

Frías narraba la muerte del prócer. El día 17, fuertes dolores de estómago lo aquejaron pasadas las 2 de la tarde. El dolor se alivió, “pero repentinamente el general hizo un movimiento convulsivo, indicando al señor Balcarce (su yerno, Mariano Balcarce) con palabras entrecortadas que se alejara, y expiró casi sin agonía”.

En la mañana del 18, cuenta Frías, “tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los restos inanimados de este hombre, cuya vida está inscripta en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba al lado del lecho de muerte. Dos hermanas de Caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver”.